Cuéntalo tú que tienes más gracia....
La cantidad de veces que he oído en mi vida esta frase..... De alguna manera a mi entorno le gustaba la forma en la que contaba las cosas. Cualquier situación la teñía de sonrisas y conseguía carcajadas. Me sentía bien. Dentro de mi infelicidad, era feliz durante el tiempo que duraban e imaginaba un futuro en el que esas historias llegasen más allá de un grupo reducido a una cafetería, el salón de mi casa o, a menudo, mis propios sueños nocturnos. "Javier, cuéntalo tú que tienes más gracia"... y yo, como un lorito bien enseñado, empezaba a relatar historias que, a menudo, exageraba a fin de conseguir más efecto. Y veía caras alegres. Caras que pedían más.... Es curioso que aquella alegría que repartía era toda la que a mi me faltaba. Supongo que los cómicos somos eternos insatisfechos. Seguramente nuestra avidez de carcajadas, era el alimento de la tristeza que me rodeaba. Y contaba historias. Y cada una de ellas, cada vez más graciosa, se nutría de todas las lágrimas