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Mostrando entradas de junio, 2014

CUANDO NOS CREEMOS PODEROSOS

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Creo que no todo el mundo me va a entender hoy, incluso me va a llamar raro (estoy acostumbrado), pero esto es algo que llevo arrastrando desde la infancia. Todo ha venido esta mañana. Iba por la calle y he visto una cucaracha. Vale, aguantad esa cara de disgusto, ese repelús que os obliga a rascaros obsesivamente y a mirar a vuestros pies por si acaso. Sigo... la he visto apresurada, desconcertada, a la luz del día, abandonada a su suerte en una acera repleta de pasos egoístas y vidas poderosas. Creo que tenía una pata algo loca, supongo que a causa de una rápida escapada a aquellos que deciden que no tiene derecho a vivir. Yo la he esquivado, no por asco, sino por respeto. Pero he oído un grito a mi espalda. Esos gritos que la gente no expresa cuando ve las noticias, las desgracias de familias inocentes, de vidas acabadas, de tristezas arrastradas... Un grito de asco. Un grito de fobia. Y luego un golpe. Un taconazo seco. Ya lo imagináis. La ha matado. Así. Y muchos y much

REENCUENTROS

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Supongo que no muchos sabéis que a lo largo de estos años he ido de un sitio a otro buscando mi identidad, buscando ese sitio al que puedes llamar hogar. Nací en Zaragoza. Una ciudad de la que renegué a mis 26 años. Una ciudad de la que huí escapando de miradas, de dedos que te señalan, de recuerdos que se clavaban en mi corazón... en resumen, escapando de mi. Empecé de cero en varios sitios. Y ese cero se nutrió de vacío y me hizo recapacitar. Intenté olvidar y de tanto obligarme a hacerlo, fue imposible apartar ciertos pensamientos de mi mente. Eché la culpa al mundo de cómo me había tratado. Si hubiese sido vengativo, hubiese maquinado mil planes que llevaría a cabo con mucho cariño. Sin embargo huí. Lloré. Lloré mucho. Recuerdo una madrugada en las playas perdidas de Lanzarote. Recuerdo mi imagen. Sentado junto al mar. Casi acariciando las inseguras olas que se atrevían a tocarme. Me veo mirando al cielo, a esa luna que no era idílica. Esa luna que podía ser perfecta pero

"CONAMIGOS..."

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Los amigos.  Esa sencilla palabra que tan difícil es a veces. Los necesitamos, aunque creamos que podemos vivir sin ellos. Porque aprendemos, a cada mirada, a cada sonrisa. Aprendemos a querernos un poco más. A aceptarnos como somos y aceptarlos con todas las consecuencias. Os propongo un ejercicio, pensad en el primer amigo que tuvisteis, ese que es igual que el primer amor. Ese amigo o amiga que compartió todo tu espacio, al que le contaste tus más íntimos sentimientos. Porque ese amigo puede que ni siquiera haya llegado. Ese amigo de verdad, ese al que te abres completamente, ese que es más tú que tú mismo. Puede que nos vayamos a la infancia, en la que nuestros mayores traumas fuesen las miradas de compañeros que te insultan, o sensaciones ocultas que ni siquiera tu entiendes. Esos amigos que te invitaban a sus cumpleaños y te regalaban los mejores bocadillos de Nocilla. Para ti eran los que nunca abandonarías. Esos que estarían a tu lado siempre y, que hoy en día, ni siquier

ESPEJISMOS DE ALCOHOL

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Te sientas a tomar un café, de esos que tomas todas las mañanas y que te sirve para alimentar los nuevos pensamientos, esos que no se niegan a desaparecer. Miras el teclado y sabes que tienes que escribir, que en cualquier momento aparecerá la historia que te raptará ese día. Y oyes una voz. Una voz teñida de alcohol que se balancea a una mesa y pide un café. Una voz solitaria que pide atención y que, de alguna manera, intentas evitar, porque trae demasiados recuerdos que te ha costado enterrar. Tapar con esa tierra húmeda que tan fácil es de remover. Ves una mujer, vestida de pena y soledad. Una mujer que se mece con olas de una próxima demencia. Esa demencia alimentada por espejismos de alcohol. Y recuerdas... recuerdas sobre todo, cómo olvidar. Pero la voz es incansable. Habla de lo mal que está el mundo, de que no tiene dinero para comprar ni tabaco... lee la carta del bar... Como si fuese una niña a punto de examinarse, recita con cuidado recetas de "queso fresco"

MI INFINITA MEMORIA DE PEZ.

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Cuanto más lo intento, menos entiendo de política. Si. Lo digo así. De sopetón. Porque, entre nosotros,...  pues que no la capto. Que si me junto con alguien empiezo a lanzar comentarios vehementes sobre mis ideas y parece que sé lo que estoy diciendo, pero al final, cuando escucho las noticias o cuando no las escucho, pues me doy cuenta de que me he hecho un lío y que debo de replantearme todo. Y lo hago. Vuelvo a pensar en ello, vuelvo a escuchar y se me va el santo al cielo. Y me siento manipulado. Con todas las de la ley. Recuerdo a mi abuelo, su lucha por la política. Cómo nos contaba que fue apresado en su juventud por los malos. Para mi eran los malos y hoy siguen siendo los malos. Cómo nos intentaba inculcar esa pasión por la política y a mi prima y a mi (que éramos los que disfrutábamos de viajes lejanos en autobús a mítines aburridos, lo puedo decir ahora, donde nos llenaríamos de pegatinas y globos),  lo único que nos importaba era la emoción del viaje... esa sensac