CUANDO NOS CREEMOS PODEROSOS
Creo que no todo el mundo me va a entender hoy, incluso me va a llamar raro (estoy acostumbrado), pero esto es algo que llevo arrastrando desde la infancia. Todo ha venido esta mañana. Iba por la calle y he visto una cucaracha. Vale, aguantad esa cara de disgusto, ese repelús que os obliga a rascaros obsesivamente y a mirar a vuestros pies por si acaso. Sigo... la he visto apresurada, desconcertada, a la luz del día, abandonada a su suerte en una acera repleta de pasos egoístas y vidas poderosas. Creo que tenía una pata algo loca, supongo que a causa de una rápida escapada a aquellos que deciden que no tiene derecho a vivir. Yo la he esquivado, no por asco, sino por respeto. Pero he oído un grito a mi espalda. Esos gritos que la gente no expresa cuando ve las noticias, las desgracias de familias inocentes, de vidas acabadas, de tristezas arrastradas... Un grito de asco. Un grito de fobia. Y luego un golpe. Un taconazo seco. Ya lo imagináis. La ha matado. Así. Y muchos y much