MI INFINITA MEMORIA DE PEZ.
Cuanto más lo intento, menos entiendo de política. Si. Lo digo así. De sopetón. Porque, entre nosotros,... pues que no la capto. Que si me junto con alguien empiezo a lanzar comentarios vehementes sobre mis ideas y parece que sé lo que estoy diciendo, pero al final, cuando escucho las noticias o cuando no las escucho, pues me doy cuenta de que me he hecho un lío y que debo de replantearme todo. Y lo hago. Vuelvo a pensar en ello, vuelvo a escuchar y se me va el santo al cielo. Y me siento manipulado. Con todas las de la ley. Recuerdo a mi abuelo, su lucha por la política. Cómo nos contaba que fue apresado en su juventud por los malos. Para mi eran los malos y hoy siguen siendo los malos. Cómo nos intentaba inculcar esa pasión por la política y a mi prima y a mi (que éramos los que disfrutábamos de viajes lejanos en autobús a mítines aburridos, lo puedo decir ahora, donde nos llenaríamos de pegatinas y globos), lo único que nos importaba era la emoción del viaje... esa sensación de irnos a la otra punta del mundo, aunque el viaje fuese a Bilbao. Pero él lo intentaba y a mi, la verdad, es que me daba bastante igual, porque era como los partidos de fútbol a los que me llevaba mi padre (ese momento de su vida en el que intentó serlo sin mucho éxito), en los que yo no entendía la razón por la que se transformaba en un ser monstruosos que lanzaba insultos a un arbitro que estaba a millones de kilómetros de distancia y que no le podía oír.
Y me plantaba en esos mítines que, para mi, era el querer convencer a los ya convencidos, y me aburría sobremanera. Al igual que me aburren hoy discursos de presidentes, no tan presidentes, reyes, no tan reyes y cualquiera que no hable desde el corazón, sino desde un guión escrito por manos ajenas. Así que, hay días, que me indigno y peleo por este mundo que se nos va de las manos. Aunque haya gente que maquille sus días de maravillas y felicidades. Aunque me tachen de peleón, de revolucionario. Siempre lo he sido. Desde el día que me tiraron la primera piedra allá por el siglo II antes de Cristo y, que si queréis descubrir el volumen de esa piedra, os invitó a visitar www.mensajesdesdelaotraacera.blogspot.com y sabréis un poco de lo que hablo. Pues peleo, peleo por los animales, peleo contra la tan mal llamada fiesta de los toros, contra el maltrato animal, humano... contra la incomprensión, contra la falta de respeto, contra la intolerancia, contra la falsedad, contra la manía de que opinemos de todo lo que no nos incumbe... Pero... como tengo memoria de pez, a los tres segundos se me olvida todo por lo que quería pelear y vuelvo a empezar, con la misma pasión, con la misma fuerza.
Y supongo que todo esto es política. Es otra parte de la política que SI entiendo. El querer que nos respetemos, que tengamos la vida que nos merecemos, cada uno de nosotros. Que no pensemos que hay seres de segunda y que nosotros hemos nacido con al título de "SOY MEJOR QUE LOS DEMAS", porque no lo somos. Aunque a veces lo creamos. Aunque a veces necesitemos creerlo. Entonces, de repente, olvido también esto y me mosqueo. E intento ser feliz. Y veo una injusticia y me enfado. Y lo plasmo allá donde puedo. Y me tachan de revolucionario. Otra vez. Y yo, me pregunto,:¿es este el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos, sobrinos, nietos, primos... en conclusión, niños? Miro a esos padres que no se lo plantean y a los que si lo hacen. No los juzgo, o quizás los juzgo totalmente. Porque me hace gracia esa frase tan utilizada de "Mira, yo respeto lo que dices pero..." y ese "pero" está cargado de esa falta de respeto de la que presumimos.
Pero debemos jugar a este juego en el que no hemos pedido "la vez". Debemos seguir esas reglas que no hemos escrito. Dejar que nos hipnoticen día a día entre noticias manipuladas y cortinas de humo que atontan nuestra mirada. Porque entre tanta tos, de ese humo que nos ahoga, no dejamos de mirar al suelo, perdiéndonos aquello que tenemos delante, esas sonrisas malvadas que esconden corrupción y cuentas en Suiza.
¿Hay esperanza? Pues... y yo que sé... A veces creo que si... A veces creo que no... Estás pasadas elecciones europeas me lancé contra el bipartidismo, peleé y peleo contra él (alguno de mis amigos se perdió por el camino... ), soñé con mundos que no saben de corbatas y trajes de Armani. Soñé con personas que, en el fondo de su corazón, empatizan con esa sociedad que agoniza y pelea, realmente, por sus intereses, sin añadir bolsillos a sus pantalones, esos sin fondo, esos ávidos de riqueza. Porque me da pena mi país, me da pena lo que veo a mi alrededor. Amigos y amigas que se preguntan qué han hecho mal. ¿Por qué la vida les machaca de esa manera? Que tan sólo desean un trabajo. Aunque sea recogiendo las miserias de aquellos que nunca han sufrido una penuria; de esos que no saben lo que es NO llegar a fin de mes o llorar en silencio porque la vida se les escapa lentamente, pensando que en la lotería de su nacimiento, no sacaron ni tan siquiera un reintegro. Esos que ven cómo otros alardean de sus vidas maravillosas y lo maquillan de deseos de "lo mejor para el que lo lea" (que no sé, pero a mi me suena más a nuestro "tonto el que lo lea" de toda la vida).
Vale sí... se me ha ido la cabeza de mala manera. Pero os lo he dicho. Tengo memoria de pez. Y ya ni siquiera recuerdo lo que he escrito. Gracias a mi memoria, no me acuerdo del final de "Lo Que El Viento Se Llevó" y puedo verla las veces que quiera, sorprendiéndome una y otra vez (me ocurre lo mismo con las personas). Pero hay una cosa que no olvido, porque los peces también sienten, es que quiero que seáis felices. Al menos un segundo. Al menos cuando me leáis, al menos cuando no lo hagáis y reparéis en lago que merece la pena en vuestro día. Porque para mi, la política debe de ser eso... un fluir de vida, un saber que estamos seguros, un sentir que el único pelo que se nos toma, es el que dejamos en la peluquería....
Os deseo, cómo siempre, una vida.... la que tengamos, pero que la vivamos con dignidad, respeto y pasión.
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