REENCUENTROS
Supongo que no muchos sabéis que a lo largo de estos años he ido de un sitio a otro buscando mi identidad, buscando ese sitio al que puedes llamar hogar. Nací en Zaragoza. Una ciudad de la que renegué a mis 26 años. Una ciudad de la que huí escapando de miradas, de dedos que te señalan, de recuerdos que se clavaban en mi corazón... en resumen, escapando de mi. Empecé de cero en varios sitios. Y ese cero se nutrió de vacío y me hizo recapacitar. Intenté olvidar y de tanto obligarme a hacerlo, fue imposible apartar ciertos pensamientos de mi mente. Eché la culpa al mundo de cómo me había tratado. Si hubiese sido vengativo, hubiese maquinado mil planes que llevaría a cabo con mucho cariño. Sin embargo huí. Lloré. Lloré mucho. Recuerdo una madrugada en las playas perdidas de Lanzarote. Recuerdo mi imagen. Sentado junto al mar. Casi acariciando las inseguras olas que se atrevían a tocarme. Me veo mirando al cielo, a esa luna que no era idílica. Esa luna que podía ser perfecta pero que he olvidado. Sé que lloré. Amargamente. Me dije a mi mismo que me había equivocado, que nunca encontraría el camino. Me llamé loco. Inconsciente. Sin embargo, dentro de mi, sabía que era un luchador, un valiente... Y seguí adelante. Apartando lágrimas que me visitarían a menudo. Y viví. Aprendí. Y perdoné. Y me perdoné. Porque en esta vida no estamos exentos de culpa. Sobre todo en aquello que achacamos a los demás. Nos convencemos de lo mal que nos han tratado. Nos deprimimos sintiéndonos miserables y culpabilizamos al mundo. Pero olvidamos nuestra parte de culpa. Y reconocerla es el primer paso... (es el peor paso). No soy yo quién para dar consejos sobre nada, pero puede que mi vida, esa vida en serie que intento compartir con vosotros, os muestre un camino, ese que se puede elegir o evitar decididamente. Si os identificáis con algo de lo que digo, puede que mis errores os sean familiares y que mi existencia sea un camino del que he limpiado algunas piedras, algunos arbustos que se clavan en nuestra piel y nos dejan marcados para siempre. Si es así.. puede, sólo puede, que todo esto tenga significado.
Y he llamado a esto Reencuentros. ¿Por qué? Pues porque te das cuenta de que hay personas que tienes que dejar suspendidas en el tiempo. Que es necesario. Que lo que duró su esencia, fue necesario en aquel momento. Que la vida es juguetona. Es sabia y te recuerda que todo ocurre por algo. Siempre ocurre por algo. Y esos amigos que creíste perdidos, vuelven con más fuerza. Porque tú te agarras a ellos y ellas aunque sepas que te puedes quedar sin uñas en el intento.
Dicen por ahí que los verdaderos amigos siempre están contigo. Es cierto, a medias. Yo creo que los verdaderos amigos siempre están contigo aunque no sean conscientes de ello. Porque la vida es larga, aunque nos empeñemos en hacerla corta. Porque aparecen en el momento adecuado y te guiñan un ojo. Y tú te llenas de abrazos. Esos que no diste en el pasado porque te habían educado en un mundo que no sabía de piel, que no sabía de tacto. Que los únicos besos reales que recibías, eran los de tu madre, pero que agotaban el cupo de caricias.
Quizás esto me viene porque quiero a mis amigas y amigos... Más amigas que amigos, la verdad. Porque las adoro y los adoro. Porque verlos de nuevo me trae de vuelta aquel niño triste que no paraba de sonreír. Aquel niño cargado de tristeza que intentaba que a su lado todo el mundo se llenase de carcajadas. Porque necesito recordar. Necesito recuperar aquello de lo que he renegado. Porque, aunque nos revelemos contra aquellos que pensamos nos hicieron daño, han sido una parte esencial de nuestra existencia, han sido necesarios para hacernos como somos hoy en día. Incluso aquel profesor que te hizo salir en mitad de la clase y te marcó para siempre. ¿Recuerdas, Ulises?
Doy gracias... a lo bueno y a lo malo. Creo que esto lo he repetido muchas veces. Que incluso doy más gracias a lo malo, porque me ha hecho ver cómo soy realmente. No soy perfecto. Qué horror... no quiero serlo. Si lo fuese, sería incapaz de escribir, de transmitir una vida de aprendizaje que acabará el día que me crea especial, que me crea iluminado, el día que piense que lo sé todo. Porque no sé nada. Esta vida se me va en olvidos. Porque he regalado recuerdos indiscriminadamente. Los regalé con una condición... que me los dejasen ver tan sólo un momento...
Y sigo sintiendo. Imaginando. Recordando aquello que olvidaré en tres segundos. He buscado el amor. He aprendido de sus desengaños. Aquellos que me han hecho ver la verdad. Aquellos que eran necesarios para encontrarte, para que compartieses mi vida, para que, con tus silencios, me dejases seguir siendo ese que aún busca las sonrisas. Para querer con calma, con confianza, con futuro. Todo era necesario para que los "te quiero" no se agoten aunque los digas cien veces al día...
Me estoy reencontrando con aquellos que quiero. Unos se agarran más que otros. Y nos abrazamos. Nos abrazamos con la fuerza que da la distancia. Esa distancia impuesta que nunca llegaste a entender, pero que sabías que era necesaria.
Así que perdonad mis fallos. Perdonad a ese niño que aun vive en mi y que a veces le echa la culpa al mundo. Se lo tengo que permitir de vez en cuando. Se lo ha ganado a pulso.
Perdonad si os parezco cursi, bobo, sentimental... Soy así... y no sé hacer otra cosa. Tan sólo os puedo ofrecer algo: mi amistad. Pura y sencilla. Aunque a veces parezca que me alejo... sencillamente estoy tomando carrerilla para abrazaros con más fuerza.
Os quiero. Te quiero.
Jo! Me has emocionado hasta las lágrimas. Y tú ya sabes q no soy de lágrima fácil. Yo también te quiero mucho y creo q te mereces lo q al fin has encontrado.
ResponderEliminarGracias Marí Carmen, ya sabes que escribo desde el alma y todos sois un capítulo de esta vida mía en serie...
EliminarLo comparto en face con mis amigos-familia, ojalá yo fuese capaz de escribir así, gracias por tus retazos de vida, son emocionantes y me identifico con ellos en muchísimos casos
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