CUANDO NOS CREEMOS PODEROSOS





Creo que no todo el mundo me va a entender hoy, incluso me va a llamar raro (estoy acostumbrado), pero esto es algo que llevo arrastrando desde la infancia. Todo ha venido esta mañana. Iba por la calle y he visto una cucaracha. Vale, aguantad esa cara de disgusto, ese repelús que os obliga a rascaros obsesivamente y a mirar a vuestros pies por si acaso. Sigo... la he visto apresurada, desconcertada, a la luz del día, abandonada a su suerte en una acera repleta de pasos egoístas y vidas poderosas. Creo que tenía una pata algo loca, supongo que a causa de una rápida escapada a aquellos que deciden que no tiene derecho a vivir. Yo la he esquivado, no por asco, sino por respeto. Pero he oído un grito a mi espalda. Esos gritos que la gente no expresa cuando ve las noticias, las desgracias de familias inocentes, de vidas acabadas, de tristezas arrastradas... Un grito de asco. Un grito de fobia. Y luego un golpe. Un taconazo seco. Ya lo imagináis. La ha matado. Así. Y muchos y muchas diréis "Pues claro que sí..., es lo que hay que hacer con esos bichos tan asquerosos". Os respeto... bueno, no, no os respeto.  Porque no me lo puedo explicar. Entiendo las fobias. Entiendo los miedos. Pero eso ¿nos da derecho a acabar con vidas de seres que no tienen ojos suplicantes, ni torsos suaves y gemidos bondadosos? Supongo que nos creemos poderosos, dueños de este mundo que no nos corresponde. Ni siquiera nos lo planteamos. Es un pisotón y a seguir con nuestra vida. Porque nos da asco y punto. Son seres de segunda o tercera. Imagino que muchos ni siquiera seguiréis leyendo, porque por lo visto me voy de cabeza. Bueno... esto se acaba rápidamente, con un pisotón... Vale... ahora oigo alguno que asegura cargado de razón: "Como que tú no habrás matado nunca algún bicho". Pues si, como todos: mosquitos, moscas, alguna araña, y eso me hace sentir peor. Aunque no lo creáis, intento no hacerlo.. ya no... Lo haría si fuese en defensa propia.. no sé.. un ataque de escorpiones asesinos o una invasión de tarántulas peludas venenosas hasta en la mirada... Supongo que estaría justificado. Defensa Personal, ¿no? Nadie estamos exentos de culpa. Nadie.  Seguro que hemos acabado con algún bichito que camina alegre por el suelo y que de repente ve oscurecida su vida por un zapato de tamaño 43. Seguro. Pero ese grito de hoy, ese taconazo y la imagen de aquella cucaracha que huía coja, chafada en el suelo, aún moviendo alguna antena perdida y gritando en silencio un ¿por qué?  me ha recordado la primera pelea que tuve en la infancia. Creo fue a los cinco o seis años, no sé. Vi a unos compañeros torturando a un escarabajo. Arrancándole patas, para verle correr en círculos y reírse de sus temprano poder sobre todos los seres de la Tierra. Yo me armé de valor y me enfrenté a ellos. Naturalmente ser rieron de mi y me dieron un empujón. Y yo seguí peleando. Muerto de miedo. Con una extraña fuerza que me sale de dentro y que me hace defender a aquel que está siendo maltratado (sé que viene de tanto maltrato que he presenciado a mi vida). Creo que hubo intercambio de golpes. Supongo que me llevé mi merecido por ir en contra de las categorías de la vida. No lo recuerdo. Sí que tengo grabado al pequeño bicho, negro, perdido, dando vueltas en un círculo sin fin. Un camino que terminaría con la muerte. Animado por risas descontroladas y aplausos envalentonados. 

Y sigo sin entenderlo. No puedo. Como la fiesta de los toros. Esa tan mal llamada fiesta. Yo estoy, como imaginaréis y sabéis, totalmente en contra. Intento no hablar de ello con los seguidores de tan cruel costumbre. Si lo he hecho alguna vez, nos enzarzamos en una pelea bizantina que no nos lleva a ningún sitio, bueno sí, nos lleva a posibles rupturas de conamistad (si no sabéis qué significa esta palabra, deberíais ir a la entrada pasada "Conamigos") y a una mala leche que puede durar todo un día. Y es que no puedo comprenderla. Igual que no comprendo el pisotón en la cucaracha, el arrancar patas al escarabajo, la cola a la lagartija o, ya puestos, la tortura a gatos que corren con petardos atados a la cola... (podría extenderme en mil y una torturas pero creo que casi todos las conocéis). Y es que me llevaron a los toros de pequeño. Muy pequeño. Y recuerdo la sensación. Yo seguía sin entender por qué la gente aplaudía. Por qué decían "qué muerte tan bonita" (¿desde cuando una muerte es bonita?). Por qué animaban a aquel señor con espada a que acabase con el bello animal y ya, para trastornar un poco más mi infancia, por qué le regalaban partes del toro como triunfo a su barbarie. NO lo entendía. NO lo entiendo. Ni decir tiene que no volví. Porque con el tiempo imaginé qué diría la gente si el asesinado fuese el burrito de "Platero y Yo" o "Copito de Nieve" o mi perrita "Katy". Es entonces cuando comencé a saber que había animales de primera, de segunda, de tercera... y que no podía hacer nada al respecto. Pero yo seguía con mi labor. Recogíamos perros abandonados y gatos. Hicimos una asociación. Viví auténticas barbaridades. Horribles. Y fue ahí donde vi más claro que el hombre es el animal más peligroso. El que se ampara en títulos robados a un Dios en el que dejé de creer hace mucho tiempo. 

"Pero, ¿seguro que comes carne?" Esa es la pregunta con la que intentan romper mis esquemas. Es la pregunta que desbarata todo. Y si. Como carne. Poca. Cada vez menos. Y me siento mal. Me siento fatal. Peleo contra mi instinto carnívoro y hago lo que puedo. Poco a poco. Pero me siento mal. Culpable. Imagino el dolor de esos animales. Y me siento mal. No tengo excusa. Igual, el que diga esto, tira por tierra todo lo dicho antes, pero si sirve de algo, me arrepiento de cada bocado que doy. Os juro que estoy intentando pelear contra mi naturaleza carnívora y tan sólo como pollo de esos que me aseguran criados en libertad, felices, respetados. Y es algo que les digo a aquellos que defienden barbaries como la NO fiesta de los toros. Les digo que a lo mejor, solo a lo mejor, entendería que les gustase ese horror siempre y cuando me dijesen que se arrepienten de ese placer por la sangre, de esa necesidad de ver morir al animal amparándola en trajes de luces y pañuelos al viento. Quizás tendría una pizca de redención, que al menos sientan que está mal, que es un horror que no puedes evitar disfrutar.

No sé si muchos y muchas habréis llegado hasta el final de mis pensamientos. Sabéis que no me callo nada y eso me trae muchos problemas. Estaréis de acuerdo conmigo o quizás no, pero creo que en esta vida debemos de plantearnos todas las posibilidades. A mi me gusta que me digan mis errores para saber qué hago mal y, sobre todo, por qué me gusta hacerlo mal. 

Sólo os pido una cosa. Si mañana veis una cucaracha que huye desesperada, o esa cigala viva en la pescadería que mueve sus antenas desesperadamente para intentar comprender que su vida se está esfumando, al menos plantearos que No somos dueños de la vida... que nadie nos ha regalado este planeta y que al menos, dejemos sitio al arrepentimiento por acciones que no podemos evitar, justificándolas con miedos, fobias o necesidades.

Por cierto... Hace meses escribí una entrada sobre  algo que me pasó con unos bichitos en casa. Si tenéis ganas de más, aquí está el enlace. No tiene desperdicio y es todo real:


Y si no queréis seguir os deseo...

Feliz vida... siempre...

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