NADA... TODO...
Hoy os quiero regalar algo que ha aparecido entre papeles olvidados. Algo que surgió de los dedos de un muchacho que huía de algo de lo que se convenció sin convencimiento. Un muchacho acosado que no podía expresar sus sentimientos de otra manera. Tengo poesías y pensamientos que ocultan a gritos una llamada de auxilio. Una excusa para seguir viviendo. No quiero tocar nada de lo que dije, porque ese era mi estilo hace años, muchos años... el siglo pasado... Buscadme entre las líneas porque sigo ahí...
“Mientras subía a la montaña del destino, las musas de mi
corazón se juntaron en súplicas desesperadas.
Era un camino lento y difícil, y aunque cuando un árbol se
cruzaba ante mi, el júbilo intentaba tomar la fortaleza, algo le evitaba
seguir. Porque nada debía detenerme; el destino me esperaba al final de mi alma
y nadie podría evitarlo, nadie sería capaz de convencerme de ello. Era mi sino.
Y continué subiendo, hasta que el calor derritió mi cerebro
y las imágenes se tornaron cómicas e irónicas y creí encontrar el final. Era
demasiado bonito para ser verdad. Parecía tenerlo todo, pero el todo es una
palabra imposible, al menos hasta que nos quedamos sin nada.
Y me quedé privado de conocimiento mil años, creyendo que
era feliz, convenciendome de que lo tenía todo o no tenía nada.
Pero llegó el invierno y el frío despertó mi cerebro inerte
y, así, nació mi imaginación, y pude ver de nuevo el camino. Y el espejismo
sucumbió. Eso me hizo llorar y aproveché mis lágrimas para jactarme de ellas.
Me quedé dormido, cobijado por un árbol y cuando desperté vi
que ya no quedaba camino y que mi destino estaba allí.
Miré su cara y comprendí que su juventud era lo que quería,
que su inocencia lo que anhelaba, que por fin yo estaba frente a mi.
No podía creer nada de lo que me había negado a admitir.
Creo que estuve soñando otros mil años y al despertar, supe que no era el mismo
de antes, ni siquiera en lo oculto de mi corazón. Recordé que tiempo atrás tuve
una ilusión, quise una coincidencia y me obligué a amarla. Pero poco a poco se
abrió la ventana y vi el mar. Era tan grande y yo tan insignificante, que
comencé a comprender de nuevo la realidad.
Quizás allá donde estás no imagines quien soy, pero te juro
que algún día me verás en el espejo de tu habitación y yo estaré junto a ti.
Serás ese que vive en mi y juntos volveremos a la montaña del destino,
negándonos a caer.
Mientras tanto sigo durmiendo en mi mismo. Ocultando el amor
que en mi late. Sabiendo, que aunque lo ignoras, es correspondido.
Algún día seremos lo que nadie ha sabido ser….
….felices.
-Confesiones de mi alma-,
29/9/87 “
impresionante....
ResponderEliminarel insconciente espera a su alma gemela
pero.. ¿y la cabeza con sus neuronas..??
¿Sabra esperar a el latido de su corazon?