Temporada 1 - Episodio 6 "¿Dónde está Laura...?"



Por fin ha llegado. Sé que muchos de vosotros la esperabais con anhelo. Yo, os aseguro, que sí. Lo primero que me viene a la mente con "La Casa de la Pradera" es, dónde estaba yo los domingos a la hora del episodio. Haced memoria, es importante conocer el escenario que os cobijaba antes de adentrarnos en la pradera, en la cabaña, en la iglesia, en la escuela, en la tienda... Es lo que tienen las series, nos traen también nuestra vida, nuestro entorno, con quién compartíamos las lágrimas y las sonrisas... Eso, a mi parecer, no lo producen las películas. Bueno, quizás recordemos alguna en particular porque fuese la primera que visteis con el novio o la novia, porque fue la primera en sistema "Odorama" (¡qué horror!, nunca olvidaré el olorcillo a ventosidad, por no utilizar la palabra contundente que todos imaginamos, que recreó la tarjetita en cuestión que había que rascar con la uña en el momento que la pantalla indicaba). Pero volvamos a lo que nos interesa. ¿Qué os viene a la mente? A mí, la casa de mis abuelos, mi prima M. Teresa, la mesa camilla y un reloj antiguo cuyo tic tac despistaba a la propia Laura en contadas ocasiones. Y es que, para mí, la mayoría de las series de los domingos tenían como marco la pequeña habitación dónde comíamos a toda velocidad para no perdernos las aventuras y desventuras de las protagonistas. Era una tele pequeña, en color, una tele que no sabía de plasmas ni LCD, que aún estaba orgullosa de sus pulgadas y que a mi parecer, era lo más de lo más (ya vendría el futuro con sus novedades, Altas Definiciones, 3D...) Y tras el "parte", comenzaba la musiquilla que conocemos. Se veía la pradera, la cabaña, los actores... (interiormente deseaba que llegasen los créditos finales, pues ese momento caída de Laura en los prados, inauguraba un futuro de tomas falsas y programas de bofetadas variadas) y, finalmente, nos sumergíamos en la historia sintiendo ser uno más de la familia. Porque nosotros crecimos con Laura. Teníamos más o menos la misma edad y como la serie iba año tras año, asistimos a la transformación de sus notables dientes frontales a una dentadura digna de anuncios de dentífrico y enjuagues bucales. 

Hace poco tiempo, en una cadena local, vi una reposición de algún episodio y la noté lejana, distante, con ese sabor a pasado que nada tiene que ver con mi vida actual. Pero me llegaron las sensaciones de los domingos fríos, de los domingos cálidos, de la voz de mi abuelo diciendo que nos callemos, del reloj con su tic tac, la nevera con sus cronometrados escalofríos y, sobre todo, de la vida pasando de puntillas. Recuerdo cómo mi hermano estaba loco de amor por Mary, la de los ojos azules como el cielo, esos ojos que le dejaron ciega en futuras temporadas, esos guionistas que le dejaron sin su bebé cuando se quemó la escuela para invidentes. Cómo nos impresionaban semejantes tragedias. Aquello se marcó en mi retina y aún hoy puedo sentir el horror que me produjo esa desgracia. Vale, nada que ver con las series de hoy en día en las que matan a familias enteras el día de Navidad, mientras se dan los regalos y cantan un villancico alrededor de la hermanita paralítica que mantiene en sus brazos una camada de cuatro gatitos persas (así, sin comas ni nada). Parece que nos hemos hecho de piedra ante barbaridades tan aplastantes, pero en aquel entonces eso era tan real que me costaba un día reponerme del disgusto. No quiero ni pensar cuando hable de "Verano Azul" y la muerte de Chanquete.

Así que mi pensamiento de hoy va para los Ingalls, para Charles, Caroline, Laura, Mary, Carrie, la Sra Oleson, el Sr. Oleson, la perversa Nelie, Willie y muchos, muchos más que desfilaron por nuestros ojos y nuestros corazones. Vayamos pues a esa cabaña y, esta noche, nos acostaremos allí arriba con las chicas, mientras los padres sonríen sin parar (siempre sonreían, eso no debe de ser bueno). 

Quiero acabar con una mención a la fantástica monologuista Belén Rubio... os preguntaréis a qué viene este desvarío. Pues a que en uno de sus monólogos habla de alguna serie de nuestra infancia y es desternillante la mención a las niñas Ingalls y los padres. Os aconsejo que lo veáis, se llama "Evolución" y lo encontrareis fácilmente. Yo, por mi parte igual lo cuelgo en facebook para vuestro disfrute.

Bueno, que el final me estaba saliendo muy sentimental y he roto el momento con mi consejo monologuista, así que volvamos a la infancia durante unos momentos y sentid vuestro decorado, vuestra compañía, los olores, los sabores... Durante estos instantes somos niños de nuevo y sólo por eso, ésto, merece la pena...

Comentarios

  1. La familia Ingalls era maravillosa. En aquella casa se respiraba amor en cada rincón. Era muy reconfortante cómo la familia se ayudaba y ayudaba a otras presonas. Los Ingalls tenían un gran corazón y transmitían un mensaje de confraternización.
    Yo crecí con ellos y aprendí unos valores muy importantes en mi vida. Lástima que ahora no existan series de este tipo. Haciendo memoria, creo no haber visto ninguna parecida en las últimas décadas. Habría que remontarse mucho tiempo atrás, recordando una serie en la tarde de los domingos, que llevaba por título: "Autopista hacia el cielo", del genial Michael Landon, charles Ingalls para los amigos. Recuerdo hace algunos años, no recuerdo cuántos, sentir el fallecimiento de Michael Landon como si fuese el de un familiar. No sé si fuera de las series era de la misma forma, pero algo en mi, me hace pensar que sí, por la bondad que transmitía su persona. Es una pena que no haya otro Michael Landon en la actualidad para hacer series con corazón y que sepan inculcar buenos valores.
    Gracias "Ingalls", gracias Michael Landon.

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  2. A mi me parecía un pastelón. Todo tan perfecto, la madre tan guapa, el padre tan bueno y todos tan felices. Laura era una marisabidilla que me resultaba impertinente. Mary me caía mejor y me la dejan ciega a la pobre. Tengo que reconocer que ese día cogí un choto soberano, así que me fui al baño para llorar a gusto. Cuando pasé por delante del dormitorio de mis padres, mi madre se estaba echando una siestecita y se asustó al verme con esa llantina. Yo sólo decía: "que se ha quedado ciega, que se ha quedado ciega...". Y ella :"Pero, ¿quién?".
    En fin, que eran todos muy majos, pero demasiado perfectos para mi gusto.

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  3. María José, no comparto tu opinión. Laura Ingalls tenía un gran corazón, y la serie no era ningún pastelón. A mi me parece que reflejaba muy bien la sociedad en el oeste, y también en cualquier época, ya que el ser humano ha evolucionado muy poco, y todos los días podemos ver matrimonios parecidos a los Oleson, y muchas cosas similares.......
    Para mi Laura era genial, y tenía mucha chispa.

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  4. Tenía chispa... pero esos gorros que les ponían... vamos, que era para que se despeñasen por la pradera tres o cuatro veces seguidas... Pero, sigo defendiéndolas a muerte, que conste...

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