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Mostrando entradas de 2012

Porqué no me gusta la Navidad...

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Cuando digo que no me gusta la navidad obtengo diferentes reacciones... Unos me comprenden, entienden que piense que es una fiesta que maquillamos con espíritus falsos a fin de no recordar aquellas faltas que tienen tanto volumen, tanto peso, que aplastan ilusiones. Otros hablan de niños ocultos, de felicidad, de sueños... No quiero convencer ni a unos ni a otros. No celebro unas fiestas en las que no creo, aunque me gusten los villancicos (no me gritéis si digo que me gustan los americanos y no los nuestros nacionales en los que tan sólo escucho a niños poseídos que gritan que una burra va hacia Belén Rin Rin...), y eso es una contradicción que ni yo mismo entiendo, pero qué le vamos a hacer, creo que nací dentro de una contradicción.  Pero hay una causa que está por encima de ese árbol de navidad y corona con una estrella fugaz (de esas que huyen de bolas y espumillón), mi total rechazo a estas fiestas. Hace muchos años, tantos que cada día el recuerdo es más recient

"Mira que perro más grande..."

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El tener un perro te obliga a una rutina diaria a la cual te acostumbras y a la que encuentras un placer que no conocen aquellos que no tienen mascotas. Me explico. Te levantas por la mañana (yo muy pronto, llueva, truene, sea domingo o año nuevo), sacas a tu perra (nunca me ha gustado decirle perra, me parece que estoy enfadado con ella, así que la llamaré por su nombre...), rectifico, sacas a Miranda (y no por Carmen Miranda, ni un guiño gracioso a Mirinda, ni por una pasión desenfrenada por "Sexo en Nueva York"... no, sencillamente por un grupo argentino del mismo nombre que me cautivó hace casi siete años...) y te das un paseo entre legañas y bostezos. Encuentras a la misma gente a la misma hora. Algún que otro saludo de colegas caninos, lío de correas mientras los animales juegan al tio vivo buscando sus partes nobles a fin de reconocerse y nuestros comentarios: "Mira cómo son... Anda que se nos lían las correas... Venga, que no son horas..." Y des

MI ESQUIZOFRENIA LITERARIA

Hay momentos, muchos, en los que quieres escribir y no sabes lo que poner. Afortunadamente (creo) yo tengo una especie de ser interior que agarra mis dedos y los mueve a su antojo. Y empiezan a salir cosas que, quizás, ni siquiera yo estoy pensando. Lo he llamado muchas veces "esquizofrenia literaria". Supongo que no será invención mía y que muchos (o unos pocos) lo habrán bautizado ya, pero bueno, me tomo la libertad de agenciármelo en estos momentos. Hace bastante que no publico nada en el blog. No es por falta de ganas, es más bien por falta de empeño. Estoy con varios proyectos  a la vez y llega un momento en el que tienes un cruce de ideas tan espectacular que no sabes si podrás formar un párrafo coherente en el blog. Pero aquí estoy. Conforme pasan los días apunto temas sobre los que me gustaría hablar... bueno, digamos que los apunto en mi mente y, con esa memoria de pez (esto no es mío) que me caracteriza, pues pasa a ese lugar en el que descansan las ideas olvid

NOS ESTAMOS VOLVIENDO LOCOS...

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Pues sí... Nos estamos volviendo locos... No es que vaya a hacer lo que se espera que haga. ¿El qué? Pues empezar a hablar de que cuando yo era pequeño las cosas eran más sencillas y no existía esta presión humana que siento cada día. ¿Por qué no? Pues porque existía a su manera. Las cosas no eran sencillas y debíamos pelear por un futuro que se nos presentaba negro. Eran los ochenta. La movida. El cambio. Lo recuerdo con cariño y con algo de dolor también. Ya no sé a qué año me debo de ir para recordar las redadas en la zona de copas. Me veo o ya casi me imagino, corriendo entre aquellos pobres coches aparcados que recibían los embistes de nuestras huídas desesperadas hacia escondites imaginarios donde la policía no nos encontrase. Dicho así, parece que estuviésemos escapando de un pelotón de fusilamiento que daría fin a nuestros días de asesinatos múltiples. Pues no, era el botellón de la época. La reunión de adolescentes quinceañeros que tan sólo deseaban saborear el líqu

ANA Y MILAN...

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Hoy quiero dedicar mi entrada a Ana Milán. Me gustaría describir lo especial que me parece en todos los aspectos. Tengo la suerte de contar con un pellizco de su tiempo de vez en cuando y esas conversaciones que no nos dan para más que 140 caracteres, me transmiten una elegancia y paz que pocas personas son capaces de emanar con tanta naturalidad.  Ana, además de ser una fantástica actriz que todos recordamos en muchos papeles que han coqueteado con nuestro tiempo delante de la televisión,  publicó "Sexo en Milán" hace cosa de un año.  Se lo  aconsejo a todo aquel que quiera aprender más de ese maravilloso fondo que tan sólo comparten las mujeres y muchos hombres se niegan a descubrir. Como se dijo de este título "Un libro para mujeres que todo hombre debería leer" (más o menos creo que era así...). Seguramente diréis, vale, vale... maravilloso, pero ¿a qué viene todo esto? Cuéntanos cosas de tu día a día, esas cosas que nos hacen reír... esas absurde

PALABRA DE DIOS

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Hace un tiempo me publicaron una historia que fue seleccionada para esa recopilación de textos que plasmaban momentos de nuestra vida. Se editó un libro en el que mi historia cerraba ese camino de sueños. Yo creo que, ya que nos conocemos desde tanto tiempo, os puedo regalar dicho texto para que vayáis un poquito más allá... a los años en los que sólo buscaba respuestas... No quiero hablar más porque lo va a hacer el niño que aún vive en un apartado muy especial de mi corazón: PALABRA DE DIOS Me cuesta recordar con exactitud el momento que empezó, pero tengo claro que fue durante mi infancia. Por aquel entonces, mis padres alternaban una vida matrimonial dirigida por la sociedad, con intensas escenas de rabia y odio, inútilmente protegidas por la fina puerta de su habitación. En una de sus habituales peleas, comencé a oír en boca de mi padre la frase que me iba a marcar para siempre: “Te doy mi palabra…”, la cual iba acompañada de promesas cada vez más j

¿RINOCERONTES EN LA COCINA?

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Hace unas semanas estábamos en casa en el salón. Todo parecía normal... el sofá, la tele, el calor de un agosto insoportable (adios, espero que hayas disfrutado, pero no vuelvas más...), cuando de repente oímos algo en la cocina. Era un click. Un sonido hueco. Como de algo que ha caído en un recipiente de  metal. Yo enseguida identifique el recipiente como el plato de comida de Miranda, nuestra perra. Yo me levanté rápidamente y empecé a investigar. Volví a reproducir ese click en mi cabeza una y otra vez. Lo tenía grabado en mi disco duro mental en calidad 25 (que es la calidad máxima a la que mi mente graba los sonidos). Click, click, click....  Pensaréis que podría haber sido obra de Miranda, pero no, ella estaba durmiendo placidamente en el salón. Me quedé mirando el plato en cuestión y vi un par de granitos de pienso que se había dejado. Soy muy observador, y sabía que al cenar, habían quedado cuatro granitos, por lo que ese click  podría ser obra del granito fugitivo. Es