LLEGÓ EL DIA



Hoy ha llegado el día. Después de meses de espera, de cambios de última hora, de incertidumbre... ha llegado a casa el ejemplar de prueba del libro. Sientes tantas cosas en ese momento. Puedo decir que todas se engloban en emoción, pero durante unos instantes piensas que no es la primera vez que lo tienes en tus manos... Sientes que el tacto no te es desconocido,  que las hojas han sido acariciadas mil veces en tus pensamientos, el olor a papel nuevo se ha paseado por tus sentidos una y otra vez, que conoces cada centímetro de la portada, de la foto, del título... Pero está ahí, en tus manos, recordándote los buenos momentos que pasaste en su creación. Cómo aquellos personajes se convirtieron en parte de ti y continúan dándote alegrías, formando otra parte de tu vida, esa de la que ya no puedes escapar (de la que no quieres escapar).

Y ahora piensas -sientes-, en que la gente conozca la historia, que disfrute con el personaje, que el nombre de Conchi vaya de boca en boca y deseen seguirla en su blog, reírse con ella, desear que sus historias no acaben jamás. Imaginas una sociedad en la que el libro inunda las estanterías de las tiendas, que tiene un lugar de honor en las bibliotecas de cada ciudadano... piensas, sueñas, vuelas... Pero vuelves a la realidad y sabes que todo irá lentamente, que la lentitud hace que las cosas sepan mejor. Que la paciencia -esa que juro tener pero que a veces me engaña-, es el secreto de el éxito. 

Éxito. Curiosa palabra. ¿Lo necesitamos realmente? ¿Qué es lo que buscamos? Reconocimiento. Fama. Dinero... Algunos pensarán que deseamos alimentar nuestro propio ego. Aquellos que escriben me entenderán. Yo, por mi parte, busco compartir. Nos pasamos días, noches, frente a una pantalla de ordenador, estrujándonos los dedos, tecleando con los sesos y poco a poco somos abducidos por personajes que se agolpan a nuestra espalda y esperan su turno. Miran de reojo el momento en que entrarán en escena. Se miran entre ellos, susurran, te dan ideas... convirtiendo la experiencia en una esquizofrenia literaria que tan sólo pueden entender aquellos que viven para la escritura. Por eso, yo, particularmente, busco compartir. Que los lectores sientan, durante lo que duran las páginas, aquello que tanta fascinación nos produce. Que descubran esas historias que yo mismo descubro en el momento de escribirlas. Muchas veces, ni siquiera yo sé lo que va a salir de esa página en blanco. Me siento frente a ella, miro al techo y dejo mis dedos sueltos. Hay momentos en los que sé que un personaje está en una habitación, estoy seguro de que quiere hacer algo, pero de repente suena el teléfono y yo no tenía ni idea de que iba a sonar, suena entre frases, entre párrafos, viene con un sonido que trae mi imaginación y abandono aquello a lo que iba a lanzar al personaje y le dejo contestar. Ni él ni yo sabemos quién está al otro lado. Los dos nos sorprendemos, los dos evolucionamos con esa llamada y la historia cambia. El personaje me mira, yo le miro, los susurros se apagan a mi espalda y nos dejamos llevar. Es una experiencia que va más allá de la creatividad. Es el estar sentado al borde de esos universos que guardan historias y se sirven de nosotros para su fin. 

Y el momento ha llegado. El niño que escribió sus fantasías e imaginó este día, me mira desde el pasado y sonríe. Incluso se atreve a buscar a aquella profesora que leyó una de sus historias en el colegio, esa que sentenció sus ilusiones diciendo: "No creo que te ganes la vida con la escritura..." Entre nosotros... os diré que no sé si me ganaré la vida con la escritura, pero la escritura si que me ha dado la vida y ganar una vida gracias a ella es más de lo que puedo pedir.

Igual debería haberle dedicado el libro a Alicia, aquella que no sabe de País de las Maravillas y que sentenció mi ilusión... pero no sé de qué me extraño... los profesores pueden hacer mucho daño a los niños y yo tuve la mala suerte de dar con varios que me vieron como aquello que por no reprocharse a ellos mismos, lo volcaban sobre inocentes figuras de pantalones cortos y flequillos obsesivos... 

Este libro va por ese niño, para ese niño, para que se levante de una vez por todas del pupitre y diga que es un niño, que no le gusta cantar, que le gusta escribir, que es diferente y, como es diferente, se puede permitir ser feliz.

Va por ti Javier... te lo mereces.

Espero que os guste el libro, que tengáis un ejemplar y, de verdad, paséis mil buenos momentos.. esos que pasé yo con él... con ellos...

Comentarios

  1. Me alegro mucho de que este libro, por fin, nazca para todos. Ya tienes fecha para el parto, ahora saborea lo que viene y disfruta con la experiencia de alumbrar un hijo de papel. ¡Enhorabuena!

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