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Mostrando entradas de junio, 2012

LAGRIMAS DE FUEGO

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Valencia llora el alma de árboles quemados... y nos lanza gritos de auxilio, recordatorios de que esto no est an sólo un incendio más... que la dejadez de muchos está acabando con quien menos culpa tiene... la naturaleza llora y nosotros la barremos de un manguerazo... seguimos con nuestra ciega vida teñida de equipos de fútbol y carreras de formula 1... Siento pena... siento mucha pena... Y es que hace unos días miré al cielo y lo vi amarillento. No era normal. La vida se había puesto un filtro inquietante. Algo nos avisaba de que ese calor aplastante era algo más. Era un grito desesperado que venía de la distancia. Un aviso de un futuro incierto. Al día siguiente llegaron las lágrimas. Paseaba por la calle. Era una mañana más o una mañana diferente. Era pronto, muy pronto... sentí como si empezase a nevar. Una nevada que nada sabía de frío. Pequeños copos tímidos, temblorosos... Caían suaves, con paciencia y levanté la mirada. El color amarillo de la mañana seguía tiñendo

Los Desprotegidos

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Cuando empezaron "Los Protegidos" miré la serie con un poco de recelo. En mi mente bailaba sin descanso la imagen de mis adorados "Héroes" y algo me decía que iba a ser una mala réplica con niños por el medio. He de reconocer que poco a poco me fueron enganchando y les cogí mucho cariño. Era una historia cercana, con personajes cercanos y con una vecina maruja que hacía mis delicias.  Y así se nos fue una temporada dejando espacio para la siguiente. La segunda retomó la emoción de la anterior y seguimos con aventuras, misterio, buenos personajes... Vamos a ver, no quiero decir que sea la mejor serie del planeta, pero tenía los ingredientes perfectos para engancharte a la pantalla y no plantearte nada más. Pero señores... llegó la tercera temporada y exploté. No me podía creer que personajes tan bien representados se hubiesen convertido en caricaturas de sí mismos. Pero si incluso me dio la impresión de que se habían olvidado  de actuar. ¿Habían perdid

Touch y una bicicleta

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A estas alturas ya sabréis que soy un devorador de series de televisión. Que lo he sido desde la infancia y que me han ayudado a escapar de momentos que un niño no debería haber vivido nunca. Cuando acabas de descubrir la vida, tienes que jugar, imaginar, soñar... Un niño no debería sufrir, no debería oir gritos, no debería pensar que algo va mal en su entorno... Que todo eso traerá consecuencias, algunas que no es capaz de dibujar en su mente, pero que seguramente se transformarán en tristeza y deseos de huir.  Recuerdo que con pocos años -tan pocos que me veo con pantalón corto, casi sin saber leer y en un pupitre de color verde desgastado con un compañero que tan sólo se afanaba en hacerme la puñeta-, planeé huir de casa. Era tan excitante. Ibamos a largarnos a no sé donde, con no sé qué dinero y con nada de ropa. Pero parecía el plan perfecto. Se habló de bicicletas y algún bocadillo. Yo nunca tuve una bicicleta. Hasta muchos, muchos años después no me planteé la razón. Tod