LAGRIMAS DE FUEGO



Valencia llora el alma de árboles quemados... y nos lanza gritos de auxilio, recordatorios de que esto no est an sólo un incendio más... que la dejadez de muchos está acabando con quien menos culpa tiene... la naturaleza llora y nosotros la barremos de un manguerazo... seguimos con nuestra ciega vida teñida de equipos de fútbol y carreras de formula 1... Siento pena... siento mucha pena...

Y es que hace unos días miré al cielo y lo vi amarillento. No era normal. La vida se había puesto un filtro inquietante. Algo nos avisaba de que ese calor aplastante era algo más. Era un grito desesperado que venía de la distancia. Un aviso de un futuro incierto. Al día siguiente llegaron las lágrimas. Paseaba por la calle. Era una mañana más o una mañana diferente. Era pronto, muy pronto... sentí como si empezase a nevar. Una nevada que nada sabía de frío. Pequeños copos tímidos, temblorosos... Caían suaves, con paciencia y levanté la mirada. El color amarillo de la mañana seguía tiñendo nuestras miradas y muchos ni siquiera reparaban en lo que estaba ocurriendo. Supongo que nuestro egoísmo ha llegado a límites insospechados y si a mí no me influye, pues a seguir con mi vida. Que el domingo juega la roja y a ver si ganamos, ¿no?

Ocurrieron más cosas, cosas que parecen extrañas, cosas que nunca antes habían ocurrido en mi casa. Aparecían insectos. Entraban volando. Y yo, con mucho cuidado, les indicaba cómo salir. Me recordó alguna huída en masa. El terror a lo que puede llegar. Intentar cobijarse más allá del lejano devorador humeante.

Y pasó el día. La noche llegó con una luna que reflejaba más que nunca al sol. Su color se tatuó el color del fuego y dejó una noche silenciosa. Pasó de puntillas e intentó hablar con las nubes...esas que ni siquiera se atrevían a lanzar ese agua que arreglaría algo del desastre. Pero la noche nos regaló calor. Un calor que maquillamos con ventiladores de techo y aire de mentiras. Nos cobijamos en nuestros hogares y creamos climas perfectos que nos hiciesen olvidar que unos kilómetros la vida se detenía, la vida se marchaba. Pienso en tantos y tantos animales huyendo. En tantas pequeñas vidas devoradas por ese fuego que parece no preocupar a aquellos que tendrían que haber puesto medios.

Y el día amaneció sembrado de gris. Las calles mudas levantaron cenizas y me hablaron en susurros...

Y me viene a la mente la palabra "recortes". No sé, creo que si buscamos culpables puede que, presuntamente (por si acaso), esa palabra en plural nos traiga algo de luz...

Pero mientras tanto sigo sintiendo pena. Yo no soy valenciano, pero imagino que esas raíces que son tan profundas, estarán sintiendo el fuego. Pasará de uno a otro y les hará reaccionar. Yo no soy valenciano y siento que algo dentro de mi está en llamas... así que puedo dibujar en mi mente cómo se encontraran ellos...

Mirad al cielo. Aunque os encontréis a cientos de kilómetros de distancia. Sentid que puede que una lágrima de ese fuego llegue hasta vuestras mejillas. La naturaleza se queja. La Tierra pide ayuda. Nos estamos cargando aquello que ni siquiera es nuestro. No somos dueños de nada. No podemos hacernos los amos de nada. Porque no es nuestro, por más que lo creamos. Que hablamos de rescate... Que se olvidan de lo que más perdido está...

Pero el domingo juega la roja y parece que no hay nada más importante... Hace poco hablé de cortinas de humo y hoy, más que nunca, ese humo ciega nuestras miradas...



Comentarios

  1. =( que difícil, es momento de muchos cambios, de nosotros depende que se lleven a cabo

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  2. He estado trabajando de voluntario en un par de incendios. Hace muchos años fui uno de los evacuados en los incendios de la montaña de Montserrat. Se la frustración que se siente y la pena. Ánimo a todos los valencianos. Ánimo a todos los que ven y verán calcinarse sus cosas. Pero pensad que siempre se puede empezar de nuevo.

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