"Mira que perro más grande..."






El tener un perro te obliga a una rutina diaria a la cual te acostumbras y a la que encuentras un placer que no conocen aquellos que no tienen mascotas. Me explico. Te levantas por la mañana (yo muy pronto, llueva, truene, sea domingo o año nuevo), sacas a tu perra (nunca me ha gustado decirle perra, me parece que estoy enfadado con ella, así que la llamaré por su nombre...), rectifico, sacas a Miranda (y no por Carmen Miranda, ni un guiño gracioso a Mirinda, ni por una pasión desenfrenada por "Sexo en Nueva York"... no, sencillamente por un grupo argentino del mismo nombre que me cautivó hace casi siete años...) y te das un paseo entre legañas y bostezos. Encuentras a la misma gente a la misma hora. Algún que otro saludo de colegas caninos, lío de correas mientras los animales juegan al tio vivo buscando sus partes nobles a fin de reconocerse y nuestros comentarios: "Mira cómo son... Anda que se nos lían las correas... Venga, que no son horas..." Y después, miras orgulloso como tu animalito hace sus cosas en el sitio más adecuado para ello, recoges los excrementos con mimo, le pones un lazo a la bolsa y lo tiras a una papelera... Hala, hecho, a casa.. que el paseo largo viene luego.

Y el paseo de la tarde, el largo (los otros no lo son tanto, son más que nada mi sombra, me saca ella a pasear, me lleva a sitios que quiero ir y me espera paciente en la puerta de alguna tienda que tenga un ventanal tan grande que pueda verla todo el tiempo, así es el amor animal). Y de repente, por la tarde, te encuentras con que la población del barrio ha salido a pasear. Las madres (ese fenomeno con denominación de origen), sale con otras madres, con sus carritos, sus niños poseídos y sus niños educados... todos se juntan en parques, calles, bancos.... y empiezas a escuchar los comentarios. Yo me los espero, sonrío, me integro, pero a la decima madre o abuela (pares o impares), ya la sonrisa me cuesta un poco y me sale la ironía (cosas de haber nacido de Aragón, eso me dicen)... Ya de lejos veo a la madre que señala a Miranda y dice:

-Miraaaa, qué perro más grande...

Otro clásico es:

-Mira un guau, guau.., mira que bonito...

Y yo sonrío, dejo que los niños se acerquen a mi, se lanzan a la cabeza de Miranda sin miedo y a mi me gusta. Pero veo a las madres que se ponen la alarma en la cabeza, se lanzan desesperadas e imaginan que mi pobre chiquilla tiene la rabia, esta plagada de pulgas, piojos o, ya puestos a darlo todo, es un animal recién salido de la serie "The walking dead". Así que se echan sobre sus hijos y gritan:

-No lo toques, no, cuidado que te manchas... En la boca no...

Y sacan mil toallitas húmedas, clínex de mil colores y los apartan al vuelo cual mujeres recién salidas del Circo del Sol. Yo me espero esas reacciones, vienen en todo "Manual de la madre exagerada", así que no me toma por sorpresa....  Los niños se quedan un poco chafados, un poco sin entender lo que pasa, así que se resignan y continúan su camino.

Pero , el tema va a más. Miranda, desgraciadamente tiene un problema que le hace engordar sin casi comer (en el ser humano lo he oído muy a menudo), así que vive en   una dieta constante y no come otra cosa que no sea pienso y siempre la cantidad adecuada (hay gente que me critica por no darle un plato de arroz al horno, un filet mignon, o media docena de ostras gallegas). Hay épocas en las que le cambio de peso y los kilos le caen de golpe. Está sana, no os preocupéis, además de que es muy grande para ser hembra (su madre lo era) y si tiene algún kilo de más pues se le nota. Así que voy con ella por la calle y la gente la para, porque es muy guapa, pero de repente, se permiten decir:

-¿Está gorda, verdad?

Yo lanzo rayos y truenos por la mirada. Tengo un defecto (bueno muchos) y es que no sé mentir, que se me nota completamente lo que siento y no lo puedo enmascarar. Así que prefiero callarme y no explicar el problema que tiene la pobre. Lo más grave es que esas gente que le suelta el comentario así, gratuitamente, debería apuntarse rápidamente a un gimnasio e ir 2 horas al día. Pero no digo nada, me muerdo la lengua y el labio se me llena de sangre. Y por dentro pienso... "Vamos a ver, señora, ¿le digo yo a usted que no se hinche a bollos con chocolate...? ¿O que su nieta no es tan guapa como le dicen las falsas de sus amigas...?" Pero me callo... Bueno, un día tuve una pequeña venganza con una persona que puede que lea esto, así que me callo, por si las moscas... (tranquilos, no hubo violencia, tan sólo tuve la oportunidad de devolverle el mismo comentario al día siguiente...) ¿Me odiáis? Espero que no...

Y como guinda final, comentaré el momento en el que señoras con sus hijas o nietas llorando, ven llegar a Miranda y señalándola dicen:

-Mira que perro más grande... No llores que te va a comer...

Ahí ya no me callo.. Ahí si que me lanzo a la yugular dialéctica. El otro día miré a una niña que trás escuchar semejante amenaza, se ponía detrás del tráctor que era su abuela y  le dije:

-Tranquila, guapa, que no te va a morder, ni te va a hacer nada... Es muy buena 

Obvié decir lo que pensaba de su abuela, pero me volví a ella y le dije:

-Señora, no soy yo quien tenga que darle a nadie lecciones de educación infantil, pero si va aterrorizando a su nieta de esa manera, la llenará de fobias que en el futuro traerán consecuencias.

Pensaréis que la señora me entendió. Que me pidió perdón. Que le dijo a su nieta que fuese y abrazase a Miranda... Pues no, la mujer no entendió nada de nada, me miró con cara de "A ver si llego pronto a casa para poner las espinacas en el fuego, que sino esta noche no cenamos..." Y se marchó...

Para terminar quiero decir que no soy machista en absoluto. Creo que ya me conocéis... También he tenido percances con hombres, (estos se lanzan más al "¿Qué gorda la tienes verdad? -la coletilla "¿verdad?" viene de serie-, naturalmente estos hombres casi no pueden verla por su barriga tan grande como un balón de pilates), pero reconozco que lo que más me encuentro en los paseos son a las madres, abuelas con sus hijos, nietos... Eh... y no todas son así, afortunadamente, hay muuuuuchas madres que educan a sus hijos en una libertad adecuada que les convertirá en personas libres de miedos y tolerantes... Aplaudo a todas esas madres, padres, abuelos, abuelas... Dejemos que los niños se caigan al suelo, que se ensucien, que reciban lametazos de perros, que vivan la vida... Protejámoslos, desde luego, pero no les demos una sobreprotección... que luego lo acusan... que luego se aterrorizan por una avispa, por una abeja, por las cucarachas o, absurdamente, por el arroz con leche...


Comentarios

  1. Buen repaso al ambiente de los jardines y parques y a las terribles madres y abuelas.
    No sé si decir que es una lástima o una suerte no tener que experimentarlo, porque mis felinos, Pepa y Leo, prescinden completamente de la rúa.
    Tampoco están gordos, quizás la Pepa un poco redondita, y, sin embargo, también suele haber guasa con el tema... Sociedad anoréxica. Habría que haber visto en épocas pasadas!!!

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  2. me encanta ber con el entusiasmo k hablas de miranda esta presiosa el chiguaguita k ella esta mirando se marese a mi chantell tengo dos y muchas de las cosas k dises se asemejan a mi vida junto a mis dos bebes cuidala y k dios te bendiga por el amor y dedicasion k sientes por tu companera miranda abrasito

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  3. Que razón tienes...ami también me pasa lo mismo(y eso que Apple es más pequeña que Miranda,es una dalmata pero los comentarios son los mismos)Incluso dentro de mi familia se pueden notar diferencias entre como tienen educados a unos niños y a otros.Pero Apple se ha criado con mi sobrina (Apple con meses y Coral con un año)y lo unico que ha pasado es que se quieren con locura,la abraza,se dan besos,duermen juntas....
    http://excursioneandoconapple.blogspot.com.es/

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