COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS DE SUEÑOS...




Estoy sentado frente a mi ordenador y mis dedos piden que plasme este sentimiento que me llena desde hace un par de semanas. 

El anuncio me llegó de repente. De esas veces en las que piensas que el destino te hace un guiño diciéndote  que sí. Que hagas caso. Que tiene que ser así. Y era un anuncio sobre un taller de teatro que iba a impartir en Madrid Juan Carlos Rubio. Para quien no lo sepa (¿hay alguien?), es uno de los mejores dramaturgos de España. No es peloteo. Esto no va de eso. Es realidad. Lo he admirado desde que vi una de sus primeras obras y he seguido su trayectoria con avidez. Por lo tanto tenía que hacer caso de las señales y aprovechar la oportunidad. Serían dos semanas en Madrid. Podía estar bien. Pero fue mucho más allá. 

Los escritores vivimos sueños. Es complicado. Nos sentamos frente a una hoja de papel o la pantalla del ordenador y dejamos que nuestros dedos fluyan. Lo he dicho alguna que otra vez en el blog. Para mi es una esquizofrenia literaria en la que me dejo ir y abro la compuerta de la creatividad. Hay momentos en los que ciertas frases me sorprenden y me pregunto si realmente lo he escrito yo. Pero es un trabajo solitario. Aunque me guste ir a lugares cargados de bullicio, nos cargamos de soledad. Ya sabéis que mi vida se ha alimentado de ese vacío existencial necesario para crear mis mundos. Quizás por eso me gusta ir a cafeterías con encanto en las que la gente grita, vive, sueña... Quizás por eso soy ese espía de vida que está atento a cada uno de los suspiros que se pierden en el aire o miradas lejanas que no tienen un final. Somos (soy) solitarios y para mi, particularmente, es mi forma de vida aunque conozca a mucha gente mientras algunos y algunas de ellas pasan a ser amigos o amigas del alma... esos libros con los que los comparo. Esos libros que puede que duren toda la vida o se corten a mitad. Amigos libro con los que escribiré nuevos capítulos o dejaré en una estantería hasta que el pasado me los traiga de nuevo. 

Por eso cuando aparecí en aquella clase cargada de mundos imaginados, me sentí especial. Especial porque me encontré con soledades compartidas. Un grupo de personas que deseaban regalar sueños y gritar mundos. Me gustaría poder explicarles (explicaros) a cada uno de los participantes (disculpad que baile entre el genero masculino y femenino. Me gusta hacerlo así para no dejar a nadie atrás), todo lo que sentí el primer día. Ese sentimiento de que íbamos a soñar juntos. De que pasase lo que pasases seríamos cómplices de algo que, aunque se perdiese en la niebla del futuro, quedaría ahí para siempre. Porque soy un romántico de la vida. Un romántico que se agarra a los sueños y a las soñadoras. Soy un vampiro de sentimientos que los cojo prestados para convertirlos en frases. Y no me sentí sólo, porque tan sólo tenía que levantar la vista para sentirme arropado y, quizás, comprendido...

Y todo dirigidos por Juan Carlos. Esa batuta cargada de humildad que decía aprender de nosotros igualmente. No había ego o era un ego nervioso. Ese ego que tan sólo es necesidad de invitar al resto a un mundo complicado, fácil, enrevesado, sencillo... un mundo lleno de adjetivos que igual sólo esos espías de vida pueden comprender. 

Hoy he vuelto más allá de los cientos de kilómetros que me separan de mis soledades compartidas y pienso, siento, vivo... Porque necesito transmitir la felicidad que hay en esos momentos. El amor por las historias que atesoramos en el alma. Y doy las gracias a esa foto en blanco y negro que me miraba en un anuncio y me invitaba a traspasar la puerta. Esas puertas que he escrito tantas veces y que tienen todo aquello que esperamos de verdad. 

Gracias a Juan Carlos, Marta, Aitor, Miguel, Alejandro, Alex, Azucena, Matyssa, Juan, Muna, Flora, Carmen, María, Pedro, Iñaki, Emilio.... No sé si me olvido de alguien... si es así perdonadme porque se me han vuelto locos los dedos. Gracias por aparecer, estar, compartir, soñar...  Gracias por darle razón a estas existencias a menudo complicadas...

Y a aquellos que me leen, les invito a sentir nuestros sueños. A pensar que detrás de cada obra de teatro, de cada película, de cada imagen... hay una soledad que sueña y vive. Que todos somos una rueda que se alimenta y vive. Un edificio que se construye entre nubes o bajo un mar en el que se puede nadar hasta el fin de los tiempos... 

Nosotros y nosotras seguiremos uniendo suspiros... seguiremos soñando para el resto del mundo...

Gracias amigas, amigos, dramaturgos, dramaturgas... gracias por la vida. 

Comentarios

  1. eres sensacional¡¡¡¡ muchos besos hadadosssssssssssssssss

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  2. ¡GRACIAS!
    Y que bien has descrito esas soledades del escritor :-) compartidas por cuatro días de manera perfecta.
    ¡Sigamos creando y compartiendo!
    Un beso enorme.
    A

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