Más allá de las melodías...



Creo que nos pasamos la vida evitando cosas que puedan romper nuestro sueño de cristal. Vamos por las calles taponando los oídos con músicas repetitivas, esas que usamos para que el camino se haga más corto, para alegra una mañana que (mira tú qué casualidad), nos ha regalado alguna tristeza que otra, para sentir que alguien nos acompaña durante esas inquietantes horas por llenar... Pero también diré que nos sirve de aliada en las alegrías, de aliciente en las esperanzas, de guinda en las ocasiones especiales... De una manera u otra, nos apartamos radicalmente de la sociedad que a nuestro alrededor tiene sus mismas alegrias, penas, ilusiones, esperanzas, anhelos... Muchas mañanas buscas sonrisas en aquel que  ni siquiera te saluda en la escalera de casa y te preguntas qué ha ocurrido. Qué estamos haciendo con esta sociedad que maquillamos de ilusión pero de la que no me creo los gestos...

Y ¿a qué viene esto?, os preguntaréis. Pues ayer por la mañana iba yo de camino a alguna de las tareas que el fluir del día nos tiene preparado, cuando fui testigo de una de las incompresibles maldades de la existencia. A unos metros de mi se paró un coche del que se apeó una anciana asustada, temblorosa, repleta de gritos de socorro que corría entre automóviles monstruosos, enfadados, amenazantes. Fue seguida al momento por una mujer, que supuse sería su hija, que la intentaba tranquilizar. Le acariciaba con palabras de paz. Imaginé que entre abrazos despreciados por la senilidad, le decía que todo estaba bien, que la quería, que la iba a proteger de todo mal, que era su hija, que no la iba a abandonar... Mi mente, ansiosa de historias, fue muy allá e intentó no dar rienda suelta a dramáticos secuestros, huídas desesperadas con finales insospechados. Me permití ser un mero espectador en la distancia. Uno de muchos que no sabía lo que hacer... Que con miradas de apoyo, intentaba reconocer un gesto que le dijese que no pasaba nada, que aquello era normal, que los ojos entristecidos por la impotencia, mostraban todo aquello que ni siquiera yo era capaz de comprender. 

Y pensé en la vida...

En la cruel vida que sin ninguna razón aparente viene a robarte tu existencia, tu amor, tus sentimientos. Un mal (probablemente gestado por alguna hechicera amargada y tejido  entre calderos roñosos e hilos sedientos de oscuridad), que se alimenta de tu alegría y tu pena, de tu amor y de tu odio, de tu pasado y de tu presente... La veía aterrorizada, convirtiendo a aquella que tanto la quería en un ser abominable cuyo único fin era acabar con ella, con su mundo vacío de recuerdos. Y ese mundo pasaba a su lado, ciego de música, manchado de prisa y enfado. Los automóviles escupían todo su poder entre ruidos de trompeta y gritos protegidos por ventanillas empañadas de ira.  Y estoy seguro de que la mujer todo aquello lo convertía en su sueño de pesadillas y se permitía regalar a cada uno que la mirábamos, otro recuerdo más... Ese que dejaba su mente entre una nueva niebla pegajosa y espesa.

Sentí tanta pena. Además no había nada que yo pudiera hacer. Nadie podía hacer nada excepto comprender, apoyar, sentir, recordar... Pero la vida nos pasa de largo y cada vez nos cuesta más reparar en aquel que nos saluda en la escalera y al que puede que sea la última vez que vemos o recordemos...

Al menos aún tengo la sensación (la certeza), de que hay mucha gente buena, esa que se preocupa, que siente, que muestra... Pero esta vida que nos ha tocado (esa a la que se tendrán que enfrentar nuestros hijos, sobrinos, nietos), esa es la que se come nuestras esperanzas, las sonrisas, el tiempo para pararnos y echar una mano a aquel que ni siquiera sabe que la necesita.

Y no quiero dar la sensación de que no crea en la felicidad, en la vida, en la gente. Creo en todas ellas y todas ellas creen en nosotros. Creo en las buenas personas, en el amor, en la esperanza... Pero ayer, cuando vi a aquella mujer huyendo de sí misma, me planteé tantas cosas que no pude hacer otra cosa mas que quedarme parado en la distancia, observando, compartiendo... Por unos instantes me permití introducirme en la mente de lágrimas de aquella frágil anciana. ¿Qué siente una persona que se ha olvidado de sentir? Afortunadamente quise pensar que incluso aquel recuerdo de terror, aquella huída, se iba diluyendo entre el ir y venir de personas con su propio destino, ese que les obligaba a ignorar algo más allá de su música, de la banda sonora que aquella mañana habían elegido.

No sé si esto servirá de algo, pero intentemos ir por la vida, por la calle, observando, compartiendo, regalando... No nos cuesta nada devolver una sonrisa. Debemos sonreír aunque nos llamen locos. Esos que así nos bauticen, nos habrán olvidado en dos segundos, reemplazándonos por esas canciones que se reproducirán aleatoriamente, igual que esta existencia que nos sacude cada mañana.

Desde aquí propongo una sonrisa a la vida. Pensad en aquella anciana que quizás hoy tenga un momento de lucidez y abrace a su hija y, durante unos instantes, agradezca todo lo que hace por ella. Los abrazos que se cubren de puñetazos, los besos que maquillan insultos... Pensemos en ella y guardemos uno de sus recuerdos. Ese que nos dio ayer por la mañana entre gritos de calles abarrotadas de vida y presente... Agarrémoslo y cubrámoslo de caricias, besos, sonrisas, ilusión... Quizás, de esa manera, será mucho más difícil olvidar lo bueno que nos da la vida...

Comentarios

  1. me ha tocado el alma.... ver que los ojos de un ser amado se vacían de recuerdos es terrible.
    mil sonrisas!!!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Has descrito perfectamente ese vacío, esa "nada" en la que se encuentran sumidas muchas personas que vivieron su vida sin saber que acabarían perdiendo lo más importante: sus recuerdos...

    Mi padre murió de Alzheimer hace casi tres años, pero ya le había perdido mucho tiempo antes. Por eso, por haberle visto en esas condiciones, desde entonces una de mis principales obligaciones para conmigo misma es VIVIR la vida lo más intensamente que pueda, disfrutar, sentir, oler, tocar, besar, amar como si cada día fuera el último. Para que si alguna vez me llega ese último día que me traiga el vacío, en un último instante de lucidez, pensaré: VIVÍ !!

    ResponderEliminar
  3. Gracias por compartir tu experiencia con todos nosotros... tiene que ser muy duro vivir semejante enfermedad del olvido... me encanta tu filosofía de vida. Todos debemos de hacer lo mismo y recordar aquello que puede que mañana olvidemos..

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

HASTA SIEMPRE, MIRANDA...

CUANDO SE ACABA EL TIEMPO

UN CUBO DE AGUA FRIA.