CALLES DE MUSICA...




Ayer recordé momentos de mi vida que parecen estar guardados en algún tipo de urna mágica. Son esos recuerdos que se niegan a salir y hablan entre ellos. Comparten momentos, se ríen de anécdotas, intercambian imágenes de mi infancia que preferirí borrar para siempre. Pero de vez en cuando, algún recuerdo se escapa por rendijas casi invisibles y caminan de puntillas hasta mi memoria. Supongo que a todos, de alguna manera, nos pasa lo mismo. Siempre me he preguntado por qué la época más feliz de nuestra vida, se supone, es la única que no recordamos. Esos primeros años de nuestra vida en los que somos amados, en los que nuestra única preocupación es decidir qué juguete destrozaremos ese día, en los que recibimos caricias y besos sin que nos pidan nada a cambio... Pues esos momentos son borrados por la vida y sepultados por todos los malos que interrumpen infancias que deberían estar llenas de sonrisas y amor. 

 Yo no recuerdo casi nada. Me he convencido de que mi primer recuerdo se remonta a la cuna. Creo ver a mi hermano acercándome un oso de peluche y yo elevando las manitas desesperado intentando alcanzarlo. Creo que es un recuerdo. Puede que sea una invención. Ya no lo sé. ¿No os pasa que muchas de las cosas que crees reales de tanto imaginarlas pasan a ser posibles invenciones? ¿No? Vaya, seré el único. Puede que mi alma de escritor me juegue malas pasadas y la ficción se confunda con la realidad. Me gusta hacerlo, la verdad.

Pero ayer recordé momentos de mi vida y sobre todo me acordé de mi hermano. Mi hermano no tuvo una vida feliz. Estuvo cargada de soledad que ni siquiera nuestra presencia podía diluir. Se volcó en sus bandas sonoras y su cine. Recuerdo su interminable colección de discos y, más adelante, sus torretas de cd's que a mi me gustaba imaginar como Nueva York y me perdía entre sus oscuras calles de melodías. Yo le ponía nombre a las calles dependiendo del último cd que hubiese en lo que iba a ser la azotea y, por lo tanto, paseaba mi imaginación por la "Calle del Adiós", por la "Avenida del Padrino" o por la urbanización de "Superman" (esta última me tenía trastornado). Este momento está muy claro en mi alma y se mezcla con la música que siempre se oía a todo volumen, mezclada con los gritos de mi madre que amenazaba con quitar la luz si no bajaba el volumen.

 Esa ciudad de música era el tesoro de mi hermano. Cuando me marché de Zaragoza para vivir en Lanzarote, él se dedicó a mandarme sus recopilatorios de temas amados por su pasión y escribía pequeñas notas en los márgenes explicando canciones y momentos. Pero ayer me acordé de un cd especial, ese que me grabó con cariño e, incluso, fotocopió la carátula en colores intentando darle una presentación profesional. El cd era "En algún lugar del tiempo". Él sabía que esa película me había impactado y que la música me fascinaba, así que se las ingenió para hacerme una copia en esos día que no sabían de mulas con música pirateada ni de top mantas. Me emocionó, pero tampoco tuve la oportunidad de mostrarle mi agradecimiento como debería. En mi familia, por motivos que no consigo o no quiero recordar, no éramos muy dados a las muestras de cariño que no fuesen un par de besos de rigor y poco más. Así que no creo que mi agradecimiento hacia su detalle fuese lo suficientemente apasionado. 

 No tuve muchas más oportunidades de conseguirlo, pues mi hermano se marchó a su mundo de torres de música cuando tenía 44 años. Se fue en silencio. En sueños. Supongo que el momento que su corazón dejó de palpitar lo amenizaría en su mundo de los sueños con una música perfecta que le dirigiese allá dónde siempre quiso ir. Vería a mi madre a lo lejos, con los brazos abiertos, esperando su abrazo y diciéndole que allí todo iba a estar bien. Allí tendría todo el tiempo del mundo para atrapar las melodías que vuelan a su antojo entre nubes y un posible mar. 

 Poco después un primo mío me pidió si podía quedarse con esa ciudad de cd's que era la memoria de mi hermano y yo le dije que sí... Tan sólo le pedí uno. Pedí tener ese "En algún lugar del tiempo" del que sacó la copia que con tanto amor me mandó. Sé que allá donde esté me estará leyendo. Gracias, hermano, por todo lo que hiciste y por todo lo que no dijimos. Gracias por ese amor que no nos dijimos en palabras, pero que demostramos en silencio. 

Ayer me acordé de esa música y agradezco los duendes que me la trajeron. Tan sólo diré que allá donde estéis... Mi madre... Mi hermano... Mi padre... en algún lugar del tiempo fuimos felices y nos dijimos que nos queríamos...

Comentarios

  1. Es muy tierno tu relato me ha llegado especialmente porque yo no pude despedirme de alguien tan especial para mí como mi padre.Sólo me queda el consuelo de que como yo era una niña muy mimosa tuve ocasión de repetir a mi padre un sin fin de veces lo mucho que le quería.

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  2. Que bonito Javier, me ha llegado al alma y con emocion y lagrimas en mis ojos te estoy escribiendo. Es bello viajar en los recuerdos y estoy segura que esos duendes te llevaron ahi, para expresar y sacar de esta forma tan bonita tus sentimientos.

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  3. Gracias Javier por poner los hilos para que cada cual tejamos nuestra propia historia. Yo también quisiera haber dicho muchos mas te quiero de los que dije. Y lo peor es que no aprendí a la primera y cometí errores imposibles de rectificar. Enternecedor tu relato y, como siempre, gracias por ayudarnos a buscar dentro de nosotros mismos.

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