El Efecto Amarillo



No soy mucho de cadenas, la verdad, pero el otro día me llegó a whatsapp una en la que se invitaba a la población a hacer una queja silenciosa por lo que ocurre en este país. Reconozco que lo miré con recelo, al principio. Hemos nacido con el gen de la desconfianza, del pasotismo más absoluto en lo que se refiere a nuestro propio futuro. Me da mucha pena el ver que lo único que importa es que la vida pase lo más silenciosamente posible y, si hay que bajarse los pantalones, pues se mira a algún partido de la roja y santas pascuas.  Curioso que este país esté plagado de homófobos que no dudan en bajarse esos pantalones para que se la metan hasta el fondo, todo muy virtualmente y muy presuntamente claro. 

A lo que voy. Vi el color amarillo. Era una forma silenciosa de llamar la atención. El color amarillo muestra energía. Muestra fuerza. Pero incluso muestra rabia. Si pensamos un poco, cuando el hígado se carga de rabia enferma y si enferma nuestra piel se torna amarilla, y el cuerpo pide ayuda. Y llegó el amarillo. Yo puse el color en mi whatsapp. Incluso me hice "el pesado del amarillo" y todo fue cuando llegó un nuevo mensaje que gritaba al mundo que lo quitásemos inmediatamente. Que era un virus que devoraría nuestros contactos, igual que nos devoran el futuro, el alma, las esperanzas. Y uno a uno, vi cómo los contactos iban quitando el color. Y reaccioné. Lo vi incluso más claro. Ese es nuestro país. Un país manipulado. Un país al que es fácil aterrorizar, manipular, reírse de él.  Me dio pena. Me dio mucha pena. Porque ya no nos dejan ni siquiera mostrar nuestra rabia. Volvemos a una extraña dictadura, una dictadura que aceptamos siempre y cuando haya fútbol, fallas, fiestas, Sálvames De Luxe, Belenes Esteban y mil y una pantomimas que nos hagan mirar a otro lado.

Y llenaremos todo de "presuntamentes" para que no nos hagan daño. No voy yo a pelear porque la gente reaccione. Esto lo escribo para mi mismo, para no dejarme engañar, para tener muy claro que aún hay esperanza, siempre y cuando peleemos por lo nuestro.

Y pienso en todos los que tenéis hijos e hijas. En su futuro. En ese país que les estamos dejando.  ¿No os planteáis que nuestra pasividad es la lacra de sus próximos años? Porque la gente me dice "Eso de los colores no sirve para nada... Habría que salir a la calle" Y se quedan tan anchos. Pero nadie sale a la calle. Todos aplaudimos lo de Burgos y decimos "eso es echarle cojones" y seguimos viendo la tele o mirando nuestro facebook. 

Y sí, estoy indignado, muy indignado. Indignado con mis paisanos, indignado con que seamos pasivos y luego nos vayamos de fiesta. Vale, diréis, "¿Qué quieres, Javier? Hay que vivir lo mejor que nos dejan".  Pues nada... cada cual que haga lo que crea más conveniente. Yo, por el momento, mientras vea en mis contactos ese color amarillo, pensaré que a mi alrededor hay gente que le importa todo esto. Gente que si es necesario reaccionará ante la vida. Gente que le importa el futuro de nuestros hijos, sobrinos... Gente que no se deja manipular.... Esa gente es la que quiero a mi lado. 

Me vais a criticar, lo sé... Pero creo que esto de la cadena amarilla va más allá... Ya no es una cuestión de pelea, es una cuestión de actitud.

Gracias por sentir... Gracias por reaccionar ante la vida...


Comentarios

  1. Excelente artículo Javi.
    Por acá en Piura mi ciudad departamento de Perú nos pasa igual.
    Nos hacemos de la vista gorda a hechos desagradabled sin pensar lo mucho que nos afecta, especialmente s nuestros hijos.
    Pero estoy segura que la unión hace la fuerza.
    Ánimo Javi.
    Un abrazo.

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