LAS COSAS POR SU NOMBRE




¡Ya está bien! Llamemos a las cosas por su nombre y no seamos hipócritas. ¿Qué te pasa, Javier? Bueno, veamos. El otro día en Valencia se manifestaron miles de personas a favor de la muerte de los toros. Vi en la tele, el tiempo que lo soporté, esos maltratadores que reivindicaban su derecho a matar. Y eso es así. Por más que intenten maquillarlo de fiesta y tradición... es así. Porque si matas a un animal con una espada tras desangrarlo a base de banderillas que por más colores que les pongas siguen siendo armas blancas, pues eres un asesino de animales. Y si eres un espectador que disfruta de esta explosión de sangre y muerte, pues entonces eres un sádico o una sádica que disfruta del sufrimiento y el, vuelvo a repetir, maltrato animal. Al igual que si comes carne y disfrutas con ello, estás promoviendo la muerte de animales. Y vale, he de reconocer que de vez en cuando como carne, pero os juro que no me siento bien. Os juro que intenté ser vegetariano y mi cuerpo se rebeló. Pero también os digo que las veces que como carne voy a esos lugares en los que, según me dicen y me tengo que fiar, los animales viven vidas placenteras y tienen una muerte menos traumática que aquellos que desfilan por horribles mataderos. Si. Igual me estoy engañando e intento cada vez comer menos carne, pero asumo mi culpa y sigo adelante. Cosa que parece ser que no quiere hacer todo ese grupo de personas que defienden a capa y espada (y nunca mejor dicho) su sádica afición mientras aplauden a asesinos que muestran al aire orejas sangrientas y rabos de toro mutilados. Qué belleza, ¿no?

Porque debemos de asumir nuestras culpas y defectos. Porque si eres de los que abandonan en la calle perros, gatos o cualquier otra mascota, entonces estás cargado de oscuridad en el alma. No tienes sentimientos y estoy seguro de que serás de los que piensas que hay seres humanos de primera, de segunda y de tercera. Que serás de los que no tendrían ningún reparo en repartir una bofetada de vez en cuando y, quizás, en un futuro ser un maltratador de manual. Así que llamemos a las cosas por su nombre y no seamos falsos. Que si te manifiestas reivindicando la muerte de los toros tienes el alma sucia por más que la intentes limpiar. Y lo digo yo que he ido quitando de mi entorno aquellos y aquellas que aprueban semejante barbaridad, porque el mero hecho de hacerlo me muestra una parte de ellos y ellas que no me gusta, que no comparto. Y estoy seguro de que por su parte opinarán que soy un intolerante y si, lo soy, pero lo soy con la barbarie porque esa nos pone a la altura del barro y nos convierte en seres incivilizados. Así que como si mi vida fuese una red social, se me han ido escapando esas personas que no son conscientes de lo que es el amor por la vida. Esos y esas que se tapan los ojos ante circos de animales, fiestas de pueblos en las que se vuelve a maltratar animales y así un largo etcétera. Y soy intransigente, si... lo siento, o quizás no. Defiendo la vida y la defiendo tanto sea animal como humana. No nos engañemos. La gastada excusa de aquellos sirvientes del maltrato es que deberíamos defender a las personas con la misma vehemencia con la que defendemos a los animales. Y se quedan tan anchos. Sin saber que una cosa va relacionada con la otra. Porque ni se plantean nuestra labor. Ni se plantean que están dando palos de ciego intentando evitar la realidad. Evitar su indolencia. Evitar y aceptar que algo dentro de ellos y ellas necesita de la sangre, del sufrimiento, de la muerte. Pero lo llaman fiesta, lo llaman tradición, lo llaman cultura. Y yo me río. Si. Pero es una risa triste. Es una risa que me hace no sentirme de este país. Porque no me identifico. Cada vez menos. Porque a nuestro alrededor encuentro mucha palabra pero muy poca acción.  Y te insultan. Estoy acostumbrado. Me han dicho de todo a través de Twitter y Facebook. Personas cargadas de cultura que han espetado por ejemplo: 

" a mi no me gusta el baloncesto y no voy a verlo. Pues si no te gustan los toros haz lo mismo, así que ajo y agua".

Y esa es la cultura que nos venden. Como la pancarta de esos amantes de la muerte en la manifestación del otro día en Valencia. Una pancarta que le daba un estoque a nuestra lengua. Frases cargadas de faltas de ortografía que de una bofetada definía a todos aquellos que seguían el río de sangre. 

Así que llamemos a las cosas por su nombre y aceptemos nuestra culpa. Quizás de esa manera empezaremos a darnos cuenta de todo lo que nos negamos a ver. Que si te quedas el dinero de los ciudadanos eres un ladrón y un corrupto. Que si te ríes de aquellos que confían en ti eres un delincuente emocional que juegas con las esperanzas de aquellos que confían en ti. Pero también reconozcamos que, con tanta información como tenemos, si sigues apoyando a aquellos que roban, te roban, entonces de alguna manera eres como ellos y como ellas. Tienes alma de corrupto y, quizás, harías lo mismo si estuvieses en su lugar o, probablemente, lo estás haciendo en tu trabajo habitual, en tu vida normal, en tu empresa. Aceptemos y asumamos. 

Y aceptemos de una vez que vivimos en un país que olvida con una facilidad pasmosa. Que el dolor y la traición se cura con un "lo siento mucho, no volverá a pasar". Sin saber que volverá a pasar pero no nos acordaremos, porque nos gusta olvidar. Nos viene bien. Porque somos un país de pandereta y fiesta. Un país en el que nos unimos en masa cuando gana la roja o alguna cosa con menos peso. Somos así. Y damos palmas y nos creemos los mejores. Me pregunto por qué cuando vemos programas como "Españoles por el mundo" todos tenemos unos deseos irrefrenables de irnos a vivir fuera aunque sea una mentira o un espejismo. ¿No os ha pasado? Quizás es porque no estamos tan satisfechos con nuestras vidas aquí... 

Y puede que me estés leyendo y me estés poniendo verde. Es tu decisión. Soy así. Peleón. Intento unirme a cualquier lucha por los derechos tanto animales como humanos. Me he metido en peleas callejeras en las que estaban pegando a mujeres y algún día sé que puede que me lleve algún disgusto. Pero no puedo evitarlo. Quizás porque fui acosado en mi infancia, porque me abrieron la cabeza un par de veces por no ser como ellos. Quizás me pongo al lado del débil porque yo sigo siéndolo y uniendo fuerzas se puede conseguir un mundo mejor. Así que si estás leyendo y no me entiendes, prefiero que te retires en silencio y, si te apetece, pienses en todo lo que estoy intentando transmitirte. Porque es un grito de dolor. Un grito de incomprensión. Un vacío en el alma que no comprende cómo podemos seguir así y no hacer nada al respecto. Cómo seguimos quejándonos cuando nos reunimos para tomar café pero luego seguimos con nuestras vidas cómodas. Cómo hay refugiados que se están muriendo hundiéndose en el barro y continuamos con nuestras fiestas y nuestra vida tranquila. Cómo cada año decenas de mujeres mueren a manos de sus asesinos y hacemos un gesto de desagrado que dura un instante y continuamos volcando nuestra vida de mentiras en Facebook.

¿Y tú qué haces Javier? Que es muy bonito escribir y dejarlo así. Y quizás tengas razón pero sigo con mi labor. Esa que me permite ayudar y pelear. Sigo con mi labor y me gustaría abarcar a más. Porque en el momento en el que llamas a las cosas por su nombre, entonces eres capaz de saber contra lo que peleas. Mientras no lo hagas, seguirás dando palos de ciego al aire y creyéndote tus mentiras.

Siente y bautízate con el nombre de lo que piensas que eres. Sé sincero... sincera. No soy yo quién para dar nombres pero sé con quiénes no quiero continuar mi camino en la vida. 

Mientras tanto... ayúdame a hacer un mundo un poquito mejor...

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