FELICIDADES POR LA FELICIDAD....

Hoy es mi cumpleaños. Y lo digo así. Sin más preámbulos. Nací un 23 de julio a las 10,45 de la noche. Era viernes. Y supongo que les fastidié las vacaciones a mis padres…  Además Zaragoza en ese mes se viste de infierno y el calor debió de agobiar a mi madre hasta la desesperación. Quizás por eso odio tanto las altas temperaturas. Puede que sea la causa de que sea feliz con el frío y que aburra tanto a la gente con mis deseos de emigrar a Noruega o Islandia. Pero nací indeciso… así sin saber si iba a ser Leo o Cáncer. A medias. Supongo que por eso siempre lo he hecho todo “a medias”. No me lo había planteado hasta ahora. Nunca tuve claro lo que quería hacer en la vida. Bueno, sabía que lo único que deseaba era escribir. Pero también me metieron en la cabeza que nunca me ganaría la vida con eso. Y  me lo creí. Pero seguía escribiendo. Lo hacía impulsivamente. Empecé con cuentos sin sentido (con todo el sentido que la infancia te regala), seguí con historias de planetas lejanos, desastres naturales y otros no tan naturales. Fui un buen estudiante (es horrible que te convenzan de que tienes que ser el mejor… es muy cruel ponerte la etiqueta de “número uno” y tú querer ser el dos o el tres… o vamos… ni siquiera ser nada más que un niño…), fui un estudiante al que no le gustaba estudiar. Prefería leer e imaginar. Gracias al mundo que construí dentro de mis manos, huía a él y jugaba a ser niño. Mientras tanto la vida se me iba. Maduraba a velocidades infames y me convertía en mayor. Todo lo empezaba, todo lo quería descubrir, pero me cansaba a los pocos días (quizás horas) y lo dejaba a medias. Es curioso que me fascinaban los fascículos semanales y siempre compraba el fascículo piloto (creo que se llamaba), porque por cien pesetas siempre traía un regalos fascinantes (ficheros para ideas de bricolaje, carpetas para fichas de los animales del mundo, tus primeros pasos con la guitarra, aprende a escribir, pintura fácil…). Iba a la tienda y por cien pesetas te daban un cartón inmenso en el que añadían un carpetón enorme donde guardar todo aquello que no ibas a comprar. Y lo dejaba a medias.

Pero ahora no quiero hablar de esa vida, esa que (aunque lo repita cien veces), siempre se quedo “a medias”. Hoy quiero hablar de los años. De lo rápida que pasa la vida. El año que viene cumpliré 50. Igual debería haber esperado a escribir estos pensamientos para entonces, pero me sale hacerlo ahora y cuando llegue el medio siglo tendré nuevos pensamientos para regalar. Cumplo 49 y ahora vendrían los comentarios de “¿49????? Pero si aparentas muchísimos menos” Y yo me hincho como un pavo real y reconozco que he intentado tratar bien a la vida y me ha devuelto el favor. Pero te acercas a esos 50 que te avisan de algo. No quiero parecer derrotista ni nada por el estilo. Es ahora cuando estoy más feliz, cuando me siento más pleno, pero siento que algo se escapa. Quizás es ese haberlo intentado todo en la vida… el haber buscado mi sitio de un lugar a otro. Ese no creerme nunca suficientemente bueno…  La verdad… el no creerme bueno y punto. El que por más que tu madre presumiese en la calle del hijo más guapo, el más listo, el más cariñoso y que habla perfectamente inglés (eso era un añadido que impresionaba mucho por aquel entonces), pues yo veía que algo se me escapaba y hasta mucho tiempo después no descubrí que el que se escapaba era yo mismo.  Así que me dediqué a trabajar para ganar dinero. Tenía la suerte de conseguir trabajos y ser siempre el candidato perfecto. Ganaba dinero y ya está. Fui de todo. Lo probé todo. Pero todo eso no era lo que mi alma quería. Necesitaba crear, compartir, soñar. Pero la vida se pasaba, no digo que no fuese plena, porque hoy en día sabes que todo lo que viví ha sido necesario para darme lo que tengo hoy (y no hablo de cosas materiales). Que cada golpe, cada alegría, cada desilusión, han sido necesarios para ser como soy. Y no me arrepiento de nada (que conste que me arrepiento de haber dicho esta frase última… curioso, ¿no?). Pero queda un año para el medio siglo y sé que empieza una nueva etapa. Ha sido un continuo cosechar algo que ni siquiera sabía haber cuidado. Todo ha permanecido enterrado en musgo, húmedo, fresquito, tranquilo. Y empieza a salir y lo miro fascinado. Y todos estáis ahí, a mi lado, porque sin vuestras miradas y vuestros suspiros, no es posible que nazca el sueño. Porque son vuestras lágrimas de alegría, de tristeza, vuestras sonrisas, vuestras carcajadas, vuestras tiernas miradas, el abono necesario para que las hadas me regalen cincuenta años más de historias, de cuentos, de pensamientos, de realidades… Porque ves que la vida corre, que tú te pones a su lado y a veces te cansas. Pero no la sueltas, porque es tuya. Corres y a veces le das un respiro. Y piensas que quizás te queda poco tiempo para imaginar. Que envidias a aquellos que empiezan, que tienen el camino limpio y mucho por descubrir. Pero sabes que tu vida, aunque la hayas olvidado, ha dejado sus huellas y ellas son las que escriben, ellas toman la rienda de tus dedos y empiezan a cantar.

Hoy es mi cumpleaños y me siento feliz. Ayer me dijeron que mi nueva novela “Dime Que No Estoy Dormido” va a ser publicada. Os diré que es parte de mi vida, una vida que ni siquiera sabía estar escribiendo… Una vida que será vuestra… En un par de meses saldrá a la venta y haré presentaciones en Madrid, Valencia y Zaragoza. Y si estáis allí quiero conoceros. Porque sois parte de la razón por la que escribo. Porque sois las frases que se esconden entre líneas.

Hoy es mi cumpleaños y tengo mucho por dar… Porque aunque las velas sean pocas.. siempre podemos encender todas las que necesitemos… porque la vida siempre estará ahí.

Os dejo con Kaváfis, con ese que me regaló la poesía que ha marcado mi vida. Esa poesía que te hace ver que tenemos que aprovechar cada momento… porque los sueños los tenemos todos, tan sólo hay que saber vivirlos y dejarse llevar.

Feliz Cumpleaños… Feliz Vida.

Los días del futuro se yerguen ante nosotros

Como una hilera de velas encendidas

Velas doradas, cálidas y vivaces

Los días del pasado quedan atrás,

Lúgubre hilera de velas apagadas;

Humeantes aún las más cercanas,

Velas frías, derretidas y dobladas.

No quiero verlas, me apena su aspecto

Y me apena recordar su luz primera.

Miro adelante mis velas encendidas.

No quiero volverme para no ver y horrorizarme

Cuán aprisa va alargándose la hilera sombría,

Cuán aprisa van creciendo las velas apagadas.

(Constantin Kavafis)