MIRANDO EL HORIZONTE



Miro la foto que coloqué como presentación del blog y me quedo ensimismado en ella. De alguna manera define mi vida... Una vida de puntos suspensivos, de anhelar lo que hay más allá de la linea del horizonte, esa que nunca acaba... Esa que es parte de mi nacimiento, de nuestro nacimiento. Y me veo reflejado en esa foto, con las zapatillas rojas, como si quisiesen volar a Oz, necesitando que ese mundo que construí en mi infancia siga esperándome (sigue esperándome)

Y ayer fue el día de la madre. Esa que para mi es y fue la mejor, porque para nosotros la nuestra es la única, aunque su trabajo sea arduo, difícil, aunque con el tiempo sintamos que no todo estuvo bien (no todo estuvo bien), aunque sepamos que derramó lágrimas nocturnas teñidas de temor, el temor de hacerlo mal, el temor a la soledad, el temor a la ausencia. Pero la adolescencia es complicada, se llena de reivindicación, de necesidad de volar.. Pero eran años de alas cortadas, años de tristeza, años de espera...

Y ayer fue el día de la madre. Y pense en ella. Igual que hago todos los días. Porque su fuerza nunca se marcha. Porque se fue en un suspiro, con esa mirada que destilaba adiós.. un adiós suave, de esos que te aseguran que todo está bien, que aunque nunca lo creyó, hay algo, algo que le espera al otro lado... Ayer me perdí con el mar, con ese horizonte, mientras escuchaba risas, abrazos de madres sonrojadas, henchidas de orgullo, repletas de ramos de flores y sonrisas...  Y me sentí afortunado. Afortunado de todo lo que me ha pasado, de lo bueno y lo malo. Aunque parezca extraño, me sentí muy afortunado de todo lo malo, porque eso me hizo valorar todo lo bueno que me ha ocurrido y es mucho. Y vi mi vida, no la vi pasar delante de mis ojos, porque todos los día pasa sin poder evitarlo. Vi mi vida y recordé las sonrisas de mi madre... Rebusqué en mi memoria, intenté recuperar alguna carcajada, esa que viene acompañada de lágrimas que rasgan el día. Y vinieron una a una. Supongo que puse mucho de mi cosecha, que teñí los momentos duros con sonrisas prestadas. Porque soy escritor y si tengo un don, es el de reescribir mi memoria, el de regalar esa felicidad que era verdaderamente necesaria. Pero os voy a contar un secreto. Me fascinan los musicales. Me fascina ese mundo de música cargada de una profunda alegría, un eterno final feliz. Cuando era pequeño, tuve la desgracia de vivir en una familia completamente desestructurada, esa palabra que tan de moda se ha puesto en los últimos años. Era una familia que sufría, una familia que intentaba ser feliz, pero que se tiraba la pena a la cara. Y yo, cada vez que oía gritos, cerraba los ojos, y como mi padre y mi madre tenían una maravillosa voz, cambiaba los gritos por música y de repente, los veía bailar, mi hermano se unía a la perfecta coreografía y la rabia se convertía en fantasía... Mis padres se miraban con adoración, por unos instantes, bailaban por ese pasillo eterno y nosotros nos uníamos, en un baile inolvidable, cargado de besos y abrazos que pronto serían olvidados. Y de esa manera, mi mundo interior, crecía y se hacía más irreal. Pero en él, todo era perfecto y con el tiempo, me he dado cuenta de que ese mundo, lo creé para ellos, para todos los que amo, para todos los que amé... y que allí cantan... cantan sin cesar y la vida es un eterno musical. Y ayer, me di cuenta de que ese mundo, está en el horizonte y que mis zapatillas rojas, me llevan directo a él....

Ayer fue el día de la madre y conocí hadas, hadas que siempre habían estado ahí, pero que aún no era el momento. Ayer me di cuenta de todo lo que tengo, de todo lo que he tenido y que soy afortunado, muy afortunado. Si me dejáis, os puedo dejar recorrer ese mundo que he construido con retazos de sueño... pero para eso necesitáis vuestras zapatillas rojas y.... cuando os la pongáis, sabréis como llegar a él...


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