LA FELICIDAD... NO EXISTE...



La felicidad no existe. Empiezo así, sin paños calientes. Rompiendo el mito. Pero seguid leyendo, que mis finales siempre dejan buen sabor de boca... Que no quiero dar la impresión de que este va a ser una entrada fatalista. No. Sencillamente deseo que veáis que nos llevan engañando mucho tiempo. Demasiado. Con autoayudas y frases equivocadas. Todo a mi parecer, que no quiero deprimir a nadie.
Y es que llevamos toda una vida anhelando esos instantes. Desde muy pequeños añoramos esa palabra… “felicidad”. Es curioso que aquellos años tempranos en los que la acariciamos sin preocupaciones son los que se borran de nuestra memoria de una bofetada. Desaparecen en un suspiro, dejando un lienzo con restos de ceniza con los que empezar a dibujar nuestros recuerdos.
Cerrad los ojos unos instantes. Hacedlo sin hacerlo. Con la imaginación. No seáis tiquismiquis. Que si los cerráis será imposible que sigáis leyendo. ¿Los habéis cerrado? Bien. ¿Os veis de pequeños… de pequeñas? ¿Hasta dónde llegáis? ¿Al momento en el que os llevaron al parvulario por primera vez? ¿A vuestra primera papilla? ¿A la cuna? ¿O sois de los privilegiados que recordáis momentos de paz en el interior de vuestra madre? Esa era la felicidad absoluta. Si. Porque nuestro único problema era si el líquido amniótico tendría la suficiente fluidez o si ese día dábamos un porrazo o veinte a la barriga de nuestra madre, que ya estaba bien de escuchar tanta Marifé de Triana, que grita mucho.  A mi me gusta intentar recordar aquello de lo que no me acuerdo y a menudo le agrego recuerdos, porque tenemos la manía de olvidar. Olvidamos tanto que nos llenamos de mentiras. Y pensamos tanto en ellas que las teñimos de verdad. ¿No os pasa que hemos reproducido en nuestra cabeza algo tantas y tantas veces que ya no sabes si es real o es ficción? Por ejemplo:

“Eres pequeño, estás en un campamento, es de noche y tienes la cabeza fuera de la tienda de campaña. Una luz espectacular te despierta. Levantas la mirada. Es impresionante. Frente a ti observas lo que parece un incendio que no quema. Piensas en marcianos y ese ET que aún no han rodado, en ese Spielberg que ni siquiera ha decidido hacer películas pero que algún día te apasionará. Seguro que eres un visionario y eso te gusta. Es un platillo volante, OVNI, nave espacial o lo que sea. Estás pasmado allí. No puedes despertar a nadie. Es tu momento. Se te van a llevar a otro planeta. Por fin. No eres de allí. Nunca lo has sido.  No encajas. No te dejan encajar. Deberías levantarte. Saludar. Decir algo como ‘Soy yo,  esperad que me ponga las botas y agarre mi taza para el Cola Cao de las mañanas, porque no creo que tengáis Cola Cao allá donde me lleváis’…  Por unos instantes piensas en tu familia, lejos muy lejos, quizás dormida en sus camas sin saber que su hijo, ese que algún día puede que escriba un libro, que hable de él mismo, que igual escriba alguna obra de teatro… ese hijo suyo se va a marchar a otro planeta y no podrá hacer eso que acaba de escribir alguien ahora mismo… y lloras porque se te da bien llorar… No sabes que algún día dejarás de llorar porque las lágrimas se agotan de repente y aprendes a llorar de otra manera, otra manera mucho más profunda y que sale de los dedos…
Pero no te vas. Porque te duermes de repente. Porque la luz se va y cuando despiertas corres allí donde estaba la luz y descubres un circulo enorme. Un círculo quemado. Y si tuvieses un móvil de esos inteligentes que inventarán dentro de muchos años, harías una foto para mandarla por ese whatsapp que será la repera el siglo que viene… y se lo cuentas a tus compañeros de tienda de campaña que dicen no haber visto nada. Y tú hablas de extraterrestres que te querían llevar a otro planeta y que volverán otro día… y te miran raro y piensan que eres raro…”
Y pasan los años. Y te preguntas si esto fue verdad. Si la luz fue una luz. Si la noche fue noche. Si el círculo estaba quemado. Porque la infancia se diluye y se magnifica y se pierde.

Y la felicidad no existe, como nos la han contado. Tan sólo son puntos suspensivos, ¿recordáis?. “Este tío está como una cabra” Decidme. ¿Cómo están las cabras? ¿Qué problema hay con ellas? Nos metemos con las pobres en cuanto podemos y los animalitos lo único que hacen es dar saltos de… ¿alegría?...¿felicidad?... Entonces… ¿se puede decir que si estás como una cabra es que eres feliz? Es todo muy complicado y me he lanzado a escribir esta entrada para romper mitos. Para descubrir la verdad de una vez por todas. Puede que estéis de acuerdo o no, pero seguro que encontraremos un punto de inflexión, que es una palabra que queda muy bien y que aunque no entendamos bien del todo no eres nadie hoy en día si no te apropias de un ramillete de palabras bobas y las lanzas a bocajarro sin ton ni son.
Porque lo he dicho mil veces, ni una más ni una menos. Lo digo mil y una, que la felicidad son momentos, segundos, intensos, muy intensos.... que esa felicidad se nutre de momentos de tristeza... que no me vengáis con monsergas... que cada día las redes sociales me aburren más... veo gente que grita a los cuatro vientos (que seguro que hay más vientos pero nos los cuentan) que nos ponen sin paños calientes lo felices que son, que en su estado de whatsapp escriben en mayúsculas lo FELICES que están, que hacen videos con fotos de FELICIDAD...  que no cesan de pasear sus maravillosos momentos de placer, opulencia y vida plena por esas redes sociales para obtener decenas de comentarios que reafirmen esa felicidad que es un escaparate... Decidme... ¿es esa la felicidad? Yo creo que no... La felicidad no se expone. Y yo, seguro que lo he hecho alguna vez, seguro que lo hago y seguro que lo haré... caigo en esas redes e intento huir... Esa felicidad de mentiras es muy ruin y muy sibilina. Pero entre todos podemos pelear contra ella. Y digo un podemos sin p mayúscula, para no crear confusiones que luego me atacáis porque parece ser que ahora si utilizas esa palabra ya tiene connotaciones políticas. Seamos felices en silencio un silencio que se ve en la mirada. Seamos capaces de compartir esa felicidad si necesidad de lo que comúnmente se llama "pasarlo por los morros"... Seamos conscientes de lo bueno y lo malo, porque uno no sabe vivir sin lo otro... No vivamos en la mentira, porque la mentira con el tiempo se convierte en verdad y al final no sabes si la luz fue un ovni o fue la luna...
Porque la felicidad no existe y existe. La felicidad es lo que tú quieres que sea. Tan sólo puedes definirla tú mismo y tú misma. Que no te engañen libros de autoayuda que tan sólo nos crean ansiedad. Yo también he caído en ese error y al final me he dado cuenta de que ser feliz es mucho más fácil de lo que pensamos y todo radica en ser consciente de lo que tenemos. El camino en el que estamos es el que elegimos, sea bueno o malo. Es el que elegimos y debemos sacar lo positivo de ello... sé que me estaréis diciendo barbaridades ahora mismo, pero os aseguro que he recorrido caminos muy malos... muy muy malos y si alguien me hubiese dicho esto en ese momento no lo hubiese entendido... Ahora lo entiendo.. Ahora puedo entenderlo... Porque todo es por algo... Tan sólo hay que estar abierto, elevarse y verlo de lejos. Entonces te das cuenta... Entonces eres capaz de darte cuenta de que la felicidad... no es tan difícil...

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